Aníbal Mosa se ha comprometido a reforzar Colo Colo con "dos o tres" jugadores de otros medios justo el mismo día en que se informa que Lucas Barrios, su principal objetivo para esta temporada, fichó por Argentinos Juniors, un club trasandino de segundo orden. No es la primera vez que el presidente de Blanco y Negro termina envuelto en su propia red de promesas, porque como es un hombre lleno de buenas intenciones cada vez que se refiere a enriquecer el poderío del plantel, genera una expectativa insana que, obviamente, nunca acaba de satisfacer.
Cuando de Colo Colo se trata, Mosa suele flotar entre la realidad y la ficción. Su relato bipolar se acentúa en esta época de sequía competitiva, donde aflora ese sentido de ampulosidad que le otorga su condición de empresario adinerado y líder directivo del club más popular del país, una mezcla altamente peligrosa en manos de alguien con un ego gigantesco e inocultable anhelo de figuración.
El punto es que durante estos días no queda claro a quién se dirige Mosa cuando declara que se va a cumplir la promesa de tener un equipo competitivo para la Copa Libertadores: si es un recado para el entrenador Pablo Guede, el que todavía espera pacientemente que arribe alguno de los jugadores que entregó en su listado de refuerzos, o si el destinatario es el hincha albo, que para estos temas tiene colmada la paciencia, pues su grado de frustración ya alcanza niveles preocupantes tratándose del último historial en el torneo continental.
Lo cierto es que avanzado enero el actual campeón nacional sigue sin asegurarse un refuerzo que llegue como titular indiscutido. Que para mayor abundamiento del marasmo sea el presidente el único interlocutor válido que existe para saber cuál es el grado de progresión de lo pedido por el técnico, la perspectiva no es halagüeña, sobre todo si Mosa considera una virtud sus múltiples funciones como financista, negociador, gerente técnico, vocero y hasta veedor, porque a la hora de dar calificativos sobre los atributos específicos de los jugadores no se guarda nada.
Es posible que en el pasado Óscar Meneses no haya sido un faro de luz como responsable de las contrataciones, y que hoy las asesorías de Raúl Ormeño no den el ancho ni la profundidad para asumir esas funciones, pero que quede prácticamente todo delegado a la gestión de Mosa, para una fase tan crítica y relevante a la vez, refleja un estilo vertical y casi autoritario que un club con aspiraciones de grandeza deportiva no puede tener, y que no podrá suprimirse cuando se hagan las evaluaciones ante un fracaso institucional.