No hay nada que hacerle. Los españoles, al margen de la recesión -ya en retirada, según todos los indicios-, los graves problemas constitucionales que ha acarreado el separatismo catalán y las dificultades por las que atraviesa la Comunidad Europea por los refugiados, y los efectos en la política internacional del extravagante Presidente Trump, siguen gozando la vida como los que más.
Las fiestas de fin de año en Madrid comienzan a inicios de diciembre, iluminando todas las calles con adornos navideños y recibiendo a un mar de gente que empieza a celebrar como si el mundo se fuera a acabar. Viene la Nochebuena, luego la Noche Vieja, el 31 y los Reyes Magos el 6 de enero. Más de tres semanas en los que se come y bebe sin complejos ni prejuicios. ¿Colesterol... qué es eso? Nadie se acuerda de las plagas del Apocalipsis anunciadas por los nutricionistas.
La bullente ciudad que apenas parece dormir, atrae cada día más a miles de turistas que quieren compartir ese disfrute y buena onda de fin de año. Los hoteles y departamentos turísticos están a tope, lo mismo que las cafeterías, bares, restoranes y tabernas, que abren todos los días, aprovechando la creciente demanda.
Y hay para todos los bolsillos. Desde los tradicionales bocadillos de calamares (anillos rebozados y fritos), en pan crujiente, hasta los expendios de bocadillos de jamón ibérico, los
chopitos (pequeños calamares), el generoso y aplastante cocido madrileño -una sinfonía de carnes, tocino, garbanzos, verduras y caldo, para resucitar muertos- hasta las tradicionales y centenarias pastelerías en las que los
rusos o los tocino de cielo (puras yemas y almíbar en flan) acompañan a los infaltables roscones de reyes, unas masas redondas, dulces, rellenas de crema chantilly y frutas secas, con sorpresas dentro.
Todo está repleto, qué decir de las antiquísimas churrerías donde el chocolate y los churros o picatostes hacen las delicias de grandes y chicos. Lleno de turistas, sorprende la forma en que los españoles han sabido conquistar a los extranjeros, sin venderse a las modernidades y encantándolos con sus gustos y costumbres. ¡Así se hace patria y se pasa estupendo!