Impresentable es el viaje de la Presidenta Bachelet a Cuba. Las críticas incluyen a opositores y a dirigentes de la coalición de gobierno. A última hora se ha intentado dar un cariz económico a la travesía y a los honores al régimen castrista. En la comitiva oficial no aparece ningún alto funcionario de la Cancillería.
El despliegue presidencial en La Habana perjudica a Chile. Un costo de cientos de miles de dólares, sin una agenda de Estado, da la equivocada imagen de una diplomacia acorde a los caprichos del gobernante. Podría sostenerse que obedece a preferencias ideológicas de la viajera. En su opinión, Fidel Castro fue un "líder de la dignidad y la justicia social".
No es serio justificar el viaje por razones comerciales. Las exportaciones a Cuba son insignificantes: en 2017 fueron el 0,04 % del total de nuestros envíos al exterior. No hay inversiones cubanas productivas en Chile.
Inconducente es proponer que la gira promueva inversiones chilenas en Cuba. No hay precedente en que el Estado fomente emprendimientos privados en un determinado país. En este caso el involucramiento es de alto riesgo para los inversionistas y para la probidad funcionaria: requiere asociarse con el régimen castrista. A diferencia del anterior viaje de la mandataria, no la recibirá el principal empresario chileno en la isla: fue expropiado y perseguido.
Sin sentido es la reunión entre presidentes salientes, impedidos de concretar compromisos por el término de sus mandatos. El principal vínculo con Cuba, el Partido Comunista chileno, también perderá próximamente toda influencia en el gobierno. Más todavía, en el programa del Presidente Piñera no se divisa ninguna cercanía con el régimen comunista cubano.
Las relaciones con Cuba carecen de interés para Chile. No hay valores compartidos y la situación de la isla y de su pueblo es catastrófica: solo cabrían ayudas humanitarias, reclamar por la violación sistemática de sus derechos y dar acogida a cubanos que huyen del régimen castrista. Ninguno de estos propósitos parece estar en la agenda de los mandatarios.
La influencia internacional de Cuba es mínima y contraria a nuestros intereses, por su apoyo a la demanda boliviana para privarnos de territorio. Sus únicos aliados sudamericanos son Nicolás Maduro y Evo Morales. Hay que reconocer que aún influye, a través de los no alineados, en la burocracia internacional, que interesa a muchos altos funcionarios del gobierno saliente. Tal vez allí hay una segunda razón, tampoco de Estado, para negociar con Cuba.
Lamentable es el epílogo de las giras internacionales de la Presidenta Bachelet con su presencia en La Habana intercambiando honores y agasajos con Raúl Castro.
Hernán Felipe Errázuriz