La década de los 70 ha sido el asunto que Ana Ugarte ha privilegiado en sus dos novelas publicadas hasta ahora:
Casa colorada en 2013, y en su más reciente
Acerca de las cosas perdidas . Es una década, según sus palabras, que todavía se mantiene cubierta por un velo de intereses que oculta las dimensiones de su verdadera realidad. Su propósito narrativo ha sido revelarlas mirando desde la orilla menos visitada por los escritores nacionales: desde la perspectiva de los que no se alineaban con la Unidad Popular o desde la de quienes vencieron en 1973 al amparo de la fuerza de las armas. En
Casa colorada se interesó por representar las consecuencias que la reforma agraria y las expropiaciones que tuvieron lugar antes de 1973 arrojan sobre un matrimonio de agricultores de la zona central. Su enfoque se hace urbano en
Acerca de las cosas perdidas . Con la misma calidad de mirada que manifestó en su primera novela observa ahora las experiencias de un personaje que era niña cuando ocurre el golpe militar y adolescente durante la época que lo continúa, y a quien le tomó años descubrir la realidad oscura y tenebrosa que se agazapaba detrás de los discursos triunfalistas de los setenta.
La segunda novela de Ana Ugarte confirma la destreza de la autora para crear argumentos complejos e interesantes a partir de estructuras narrativas simples y hasta casi arquetípicas. Su escritura las convierte en señuelos narrativos muy difíciles de ignorar. Siendo niña aún, Catalina, protagonista de la historia, debe prometer a su padre que cuando adulta será escritora. Poco después, el padre muere afectado por un cáncer cerebral. La orfandad de Catalina, motivo que como sabemos es casi infaltable en la novela chilena post-golpe, servirá a la autora para introducir las situaciones de paralelismo, contraste y ambigüedad que le permitirán desarrollar el argumento de
Acerca de las cosas perdidas . La madre, un personaje caracterizado por su debilidad y sumisión, cae muy pronto después de la muerte de su esposo en las garras de Fernando, un individuo repulsivo, violento y sádico, que constituye la antítesis del padre desaparecido y que a la vez representa los antivalores morales y las desmedidas ambiciones económicas de una nueva clase social que surge a la sombra de la dictadura. La aparición de Fernando, un viejo de ojos saltones y pasado a colonia, según observa Catalina, permite que la historia se bifurque en dos secuencias paralelas. La más inmediata transcurre en la realidad que Catalina observa y participa, sostenida sobre los motivos antagónicos del odio y la repulsa (hacia Fernando) y del amor (hacia Amelia, su amiga más cercana desde la niñez, y Hugo, un misterioso estudiante de Filosofía de quien Catalina se enamora después de ingresar a la universidad). La segunda secuencia tiene lugar en el trasfondo de otra realidad, donde coexisten la maldad y el heroísmo, pero que Catalina es incapaz de ver y solo recibe atisbos y señales enigmáticas.
Pero además de protagonista, Catalina también cuenta la historia cuando han transcurrido algo así como 40 años y ella es una mujer mayor que ha cumplido la promesa a su padre (la novela es prueba de ello) y que ahora puede ver lo que no percibía en su niñez y juventud. Por eso, además de la fluidez de su narración, merece destacarse también la habilidad con que se apodera del interés del lector ocultándole su conocimiento de una historia antigua que tuvo lugar hace medio siglo atrás.
Según he leído en declaraciones de Ana Ugarte, su segunda novela posee numerosas referencias biográficas. Pero cuando llega el momento de calificar el valor intrínseco de un texto literario, los aspectos anecdóticos que pudieron darle origen no cuentan mucho.
Acerca de las cosas perdidas destaca por la excelente construcción de su relato, tanto en sus niveles lingüísticos como estructurales, sin importar si proviene o no de experiencias vividas por su autora.