Ni Melipilla ni Vallenar se merecían este final. Vergonzoso, al límite del patetismo. Es muy sintomático que en una definición los dos equipos terminen cabalmente como víctimas, más allá del ascenso por decreto de uno y la impotencia deportiva de otro. Pero el desenlace de este embuste no ameritaba otro epílogo, porque lo verdaderamente impresentable, fuera de toda la coreografía que se diseñó en La Serena para impartir "justicia", es que desde el momento en que se ejecutó ese penal viciado, falló cada uno de los actores encargados de hacer operar los controles reglamentarios. Algunos por ignorancia, el resto por descriterio.
Pese a todo el expertise que pudieran o creyeran tener en el directorio de la ANFP, la decisión de repetir la tanda de penales escaló el error original hasta transformar "la figura jurídica" en una salida irrisoria, pueril, casi tan ridícula como la ausencia de conocimiento o, sencillamente, la vulgaridad técnica del árbitro Gamboa. Nunca se debió haber modificado lo que sentenció el réferi, aun cuando fuera claramente erróneo. Y si con ello se pretendió aplicar justicia ex post , a quien se le ocurrió recrear los lanzamientos penales se le debe sancionar por insensato.
El drama es que nuevamente enfrentados a una determinación arbitral que no admite dobleces -Gamboa se equivocó y punto-, la claridad se oscurece. Si el fútbol chileno no ha querido sumarse a lo que progresivamente validan los países desarrollados, el VAR, tendrá que asumir que se expone a una serie de situaciones donde el margen de error es muchísimo mayor, independientemente de la calidad o ineptitud de los árbitros. No solo mayor en su gestación, sino también exponencialmente creciente en la capacidad de reparación cuando los encargados de elaborar las enmiendas o mitigaciones carecen de una concepción básica de lo que esto significa.
Que sea ahora el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) el organismo que revise el culebrón doméstico ya es bastante indigno para nuestros directivos. Someterse al juicio ajeno de un ente autónomo, un derecho inalienable de Vallenar, debería ser un buen espacio para reflexionar acorde a los avances que están registrándose en otros ámbitos y evitar a futuro bochornos similares. Aunque cuando la falta de sensibilidad campea, poco y nada se puede hacer.