Richard Linklater es uno de los cineastas más vitales e indispensables de las últimas tres décadas de Estados Unidos y ocupa, con justicia, un espacio como uno de los mejores directores en ejercicio. Puede que hoy la pelea esté algo blanda, pero eso no le resta méritos. Su consistencia, su plasticidad, su cálida humanidad lo haría valioso en cualquier década. Sería agradable, sí, que dada su estatura, sus películas llegaran con más regularidad a Chile. Pudimos ver "Antes de medianoche" (2013) y "Boyhood" (2014) en la pantalla grande, pero no la estupenda "Everybody Wants Some!!" (2016). "Last Flag Flying" (2017), su último trabajo, tampoco se ve en el horizonte próximo.
"Last Flag" cuenta una historia explícitamente familiar. Es el año 2003 y "Doc" (Steve Carrell) reúne a sus dos excompañeros de batallas en Vietman, Sal (Bryan Cranston) y Mueller (Laurence Fishburne). Han pasado 30 años, pero los necesita de una manera que quizás solo ellos pueden comprender: su hijo ha muerto en la guerra de Irak y debe ir a recoger su cuerpo a una base militar en Delaware. Sal, enérgico, desencantado y alcohólico, maneja un bar de pocos clientes; Mueller enterró un pasado desbocado para convertirse en un pastor evangélico. El plan original es enterrar al hijo de Doc como un héroe en Arlington, pero las cosas no resultarán de la manera planeada.
Si la historia suena familiar se debe a que "Last Flag" es una suerte de secuela espiritual a "The Last Detail" (1973), cinta icónica de Hal Asbhy. Está basada en la novela homónima de Darryl Ponicsan, que también escribió la novela en que se basó la cinta de Ashby. Sin ir más lejos, Ponicsan ofició ahora de coguionista, junto a Linklater. Los personajes, entonces, recuerdan a los de la cinta de Ashby, pero su pasado no coincide, como tampoco sus relaciones. Esto ha dado pie para que la crítica compare ambas películas, con resultados desfavorables para la de Linklater. Es cierto: "Last Flag" no está a la altura de "The Last Detail", que es bastante grande, pero también es cierto que se plantean cosas distintas. Si aquella es una cinta muy de los setenta, contracultural, antisistema, donde los dos marinos están dispuestos a salirse de protocolo y de madre para darle al pobre condenado algunas horas de amistad y goce, "Last Flag" es una cinta de contrición, donde los personajes -y el país- parecen perseguidos por los fantasmas de las decisiones tomadas.
La película abre con una noche lluviosa y sigue con días fríos, invernales,
ad portas de la Navidad, pero donde no se ve ánimo festivo por lado alguno. Aunque han pasado 30 años desde Vietman, los tres amigos aún arrastran culpas de su comportamiento en el frente. El "procedimiento" para el hijo de Doc los pone en contacto con otra guerra, que también se pelea afuera de Estados Unidos, que tampoco parece bien justificada y donde los errores vuelven a repetirse. "Last Flag", en ese sentido, es sobre la contrición de un nación completa, sobre un sistema diseñado para procesarla que no parece suficiente, por lo pronto, para contener el dolor de perder un hijo. En lo que esto tiene de inabarcable y a la vez de cotidiano, la cinta logra algunos de sus mejores apuntes. El consuelo, si existe alguno, para Linklater, está en la camaradería y en la amistad. El director ahí conecta con una vertiente fundamental de su cine, donde ha explorado los fuertes lazos y emociones que nacen de la complicidad.
LAST FLAG FLYING
Dirigida por Richard Linklater
Con Bryan Cranston, Laurence Fishburne y Steve Carell.
Estados Unidos, 2017
125 minutos.