Por primera vez en la historia, la población urbana del mundo supera a la rural. En Chile, el 85% de la población habita en ciudades, y de esa población, la mitad habita en una sola metrópolis. Este cambio en los equilibrios planetarios coincide con una época de claras amenazas a la supervivencia y desafíos para la conservación de nuestro hábitat. Lo que hace una generación era una advertencia seria por parte de la comunidad científica en cuanto a la acelerada degradación del medio ambiente, hoy es una realidad angustiante que se manifiesta sobre todo en un descalabro climático que impacta con dureza en las ciudades, incluida la escasez de agua.
En este contexto, se habla hoy de Desarrollo Sostenible, un concepto acuñado en la Organización de Naciones Unidas a partir de la década de 1980, y que propone poner de acuerdo las expectativas de bienestar económico con el real potencial de los recursos naturales (es decir, su sustentabilidad) y las aspiraciones de una sociedad. Todo esto tiene por objeto, por supuesto, salvar nuestra supervivencia en este planeta y al mismo tiempo mantener una buena calidad de vida. Parece muy razonable, pero no es evidente lograrlo. Los intereses en juego son tan formidables como el cambio climático.
Por otra parte, nada ha encendido más la imaginación y el orgullo colectivo en la historia de la Humanidad que una visión de ciudad. Todos los episodios, todos los relatos tienen en su origen una ciudad. La ciudad es el laboratorio natural de la política, el emprendimiento, los movimientos sociales, la fábrica cultural. La ciudad es el reflejo fiel de la sociedad y como tal pertenece al conjunto de sus habitantes. La etimología de numerosas palabras que definen normas de convivencia, derechos y deberes, proviene del concepto de ciudad: política, urbanidad, ciudadano, ciudadanía,civilidad, civilización.
¿Qué sería, entonces, una ciudad sostenible? No sería de antemano un problema de equilibrio medioambiental, ni de capacidades de planificación o gestión. Sostenible sería una ciudad capaz de tomar conciencia sobre sí misma, sobre sus realidades, necesidades, posibilidades, y sobre su relación con el medio natural y humano, concreto o abstracto; en contacto con su memoria histórica, con su realidad presente y con visiones y aspiraciones de futuro. En otras palabras, una ciudad deliberante, organizada, informada, activa. Sostenible sería la ciudad hecha de comunidades capaces de "sostenerse" a sí mismas, a través del autoconocimiento y la autodeterminación, de manera de estar mejor preparadas para acceder a los círculos del poder y a los consiguientes recursos para resolver sus necesidades. En la base de esta idea de sostenibilidad urbana, hay una sola palabra que es una llave: participación.