La moral de esta película consiste en que las luchas por las libertades personales tienen ciertos límites. Y esos límites están más cerca cuando se trata de los padres. Es la forma de describir una posición, si no se la quiere llamar conservadora, por lo menos muy sensible a la reacción de los demás.
Vamos por partes. Delphine (Izia Higelin), hija única de unos campesinos de la región de Limousin, no tiene novio ni interés en casarse. Sus únicos amoríos han sido con algunas mujeres de la región, siempre breves y pasajeros. En septiembre de 1971 -la fecha, la época, son importantes- se traslada a trabajar a París. Y lo primero que conoce es a un grupo de feministas llamado Las Salvajes, que realizan intervenciones públicas en defensa de los derechos igualitarios de la mujer. Brilla entre ellas la bella Carole (Cécile de France), profesora de español y conviviente de Manuel.
Este grupo es en realidad un pretexto narrativo, porque la historia no se interesa nada en ellas, no se detiene en ninguna de sus integrantes y no profundiza en ningún aspecto de su programa, salvo por algunas consignas que forman la parte más leve de la historia del feminismo. De modo que la dimensión política no tiene un lugar en esta película.
Lo que le interesa es la relación entre Delphine y Carole, que aumenta en intensidad justo cuando el padre de Delphine sufre un accidente vascular y ella debe regresar a la granja, un mundo donde las normas son diferentes que las de París. Aunque el verdadero problema no es de normas, sino de que Delphine no se atreve a informar a sus padres sobre su relación con Carole.
Es curioso que un filme con pretensión feminista quiera pasar un caso de falta de coraje personal por uno de represión social, restringiendo, precisamente, el marco social al espacio de una granja rural. En efecto, el estilo visual veloz, fragmentario, de gran agitación y escasa serenidad, transmite esa especie de nerviosismo social que en cada momento parece envolver la relación entre Delphine y Carole. Incluso cuando retozan desnudas en el campo, la forma de los cortes hace sentir que en cualquier instante las pueden sorprender.
Al parecer, la cineasta francesa Catherine Corsini, que no es una debutante, sino que tiene un considerable corpus de unas 18 películas, ha querido hacer con Tiempo de revelaciones una declaración lésbica militante.
Es bastante dudoso que esta maraña de ocultaciones cumpla con ese objetivo tan voluminoso.
Le Belle SaisonDirección: Catherine Corsini
Con: Cécile de France, Izia Higelin, Noémie Lvovsky, Jean-Henri Compere, Kévin Azaïs, Benjamín Bellecour. 105 minutos.