Este año termina con una acumulación de riesgosas incertidumbres para la seguridad y el orden internacional. Lo inquietante es que para el próximo no se divisan soluciones para muchos de esos peligros. En todo caso, entusiasman algunas señales promisorias económicas, políticas y éticas para el 2018.
Preocupa que los riesgos estén a cargo de líderes y organizaciones que no están a la altura de los acontecimientos. Es el caso de Naciones Unidas, del impredecible y desequilibrante Donald Trump, del paranoico gobernante en Corea del Norte, de los dictadores electos y afines: Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, Assad en Siria, los clérigos de Irán y, en nuestra región, Nicolás Maduro y Evo Morales. Ellos provocan tensiones para mantenerse en el poder. Hay también liderazgos desgastados y frágiles coaliciones en Alemania, Gran Bretaña, España e Italia. Su deterioro difícilmente les permitirá resolver el futuro de la Unión Europea, del Brexit, del independentismo catalán, del estancamiento europeo, las agresiones de Rusia a la estabilidad mundial, las crisis humanitarias en el Medio Oriente y en Asia, y los desafíos de la ciberseguridad y privacidad.
Por lejanos que parezcan los conflictos internacionales, un mal desenlace nos puede afectar severamente y poco podremos hacer para evitarlo: un enfrentamiento en Corea del Norte, además de devastador, podría paralizar y dañar gravemente nuestro comercio exterior. Lo mismo podría desencadenar la concreción del proteccionismo prometido por Trump o una crisis en el Mar de China. Preocupante sería el posible rompimiento de la gobernabilidad en Perú y Bolivia, con repercusiones migratorias, en la seguridad fronteriza, el narcotráfico y en las relaciones bilaterales.
Junto al negativo balance y a los malos augurios, hay buenas noticias.
Chile fue el único país de la región que se salvó de la corrupción de Odebrecht y se suma a Argentina en una nueva etapa de gobiernos de centroderecha que reemplazan a los fracasados de la izquierda y populistas, que por más de una década dominaron, dividieron y, en muchos casos, han empobrecido a la región.
Las elecciones de los presidentes Macri y Sebastián Piñera crean condiciones para las legítimas aspiraciones de bienestar de sus pueblos, el crecimiento económico y fortalecen la estabilidad regional. La economía mundial progresa impulsada por China y los Estados Unidos. Han surgido nuevos estándares éticos a raíz de las denuncias y castigos a la corrupción globalizada de empresas brasileñas. Se inicia una nueva era en las relaciones humanas con la generalizada condena a quienes abusen de la dignidad de las mujeres. Los avances de la ciencia y de la tecnología son incesantes y capaces de mejorar las condiciones de vida de millones de habitantes.
Habrá que promediar lo que sucedió el 2017 para transitar con entusiasmo el 2018.