En rigor estrenada brevemente en junio, "Estado vegetal" es la primera creación independiente de Manuela Infante -sin duda, la más destacada realizadora de nuestra escena- tras la disolución de su grupo Teatro de Chile, que en 15 años dio frutos tan notables como "Cristo", "Narciso" y más recientemente, "Xuárez". Igual su nueva propuesta se liga estrechamente a "Realismo", lo último que hizo con ellos y continúa la misma arriesgada línea de exploración a la que derivó.
Es otro experimento radical con ella sosteniendo que el teatro es su manera de hacer filosofía. Se vale de la escena como soporte para exponer y difundir las corrientes de pensamiento que le interesan, partiendo por discutir la idea de ficción realista e imaginar un tipo de representación no centrada en el hombre, según lo postula el controvertido "realismo especulativo", surgido en EE.UU. hace una década.
"Estado vegetal", con dramaturgia coescrita por la actriz Marcela Salinas, tiene un mejor balance final que la indescifrable "Realismo". A diferencia de aquella, aquí el conjunto y las escenas en particular parecen obedecer a una construcción y estructuras más coherentes; los signos en juego dan una impresión más asible, y la ejecutante luce convencida de la tesis abordada. Tanto mayor mérito si se piensa que el presente material es el hasta ahora ignorado reino vegetal, la cuestión ética en torno a este, el pensamiento y la comunicación de las plantas, según lo estudia una rama de la neurobiología.
En 85 minutos se nos presenta un relato que se bifurca en dos -un motociclista que choca con un enorme árbol, el cual podría ser el responsable del accidente, y una anciana abducida por su propio jardín-, a lo que se suman otros desvíos; la narración se va por las ramas, pues las plantas no perciben en forma lineal sino difusa, múltiple y simultánea, fragmentada y orgánica a la vez. En términos tradicionales, es un unipersonal, pero en verdad por igual razón, la actriz hace desfilar en escena siete u ocho personajes distintos, una multiplicidad de voces que son una sola. La propuesta quiere elaborar un intento de diálogo posible entre el reino animal y el vegetal para redefinir su interrelación; tratar de entender ese otro tan diferente que empieza a imponer su presencia y puede que termine por reapropiarse del territorio que le quitó el hombre.
¿Complejo, difícil? Ciertamente. De aspecto algo extraño y descabellado, también. Pero el cambiante rumbo y punto de vista del relato; la variedad de recursos de la puesta (maceteros con plantas que entran y salen, efectos de luz, música); sobre todo, el energético tour de force histriónico que ejecuta Marcela Salinas, ayudan a que la entrega toque al público al menos sensorialmente. Aliviana la eventual aridez y pretenciosidad el que los personajes de la mitad inicial estén todos en tono de comedia.
Otra cosa es que de la experiencia el receptor deduzca cómo "piensan", sienten o se comunican estos seres vivos que no se mueven, y que llegue a elaborar un concepto como el de "alma vegetativa". Tal vez todo esto es aún demasiado ajeno a la vida del espectador promedio; para complementar la apreciación a lo mejor este debería previamente investigar la materia. Quizás Infante subestima los límites de un artificio escénico para ser vehículo de divulgación teórica. Sin contar con que ella aquí busca, además, nuevos caminos para hacer teatro y representar.
GAM. Hoy y mañana, a las 20:30 horas.