Los debates presidenciales de la televisión abierta son uno de los rituales de nuestra democracia, y el que se ofreció antenoche tuvo, por primera vez, tiempo exclusivo para que los contendores debatieran cara a cara.
Tras las repetidas críticas de que estos encuentros parecían interrogatorios en clases más que verdaderas confrontaciones, los canales abiertos decidieron crear una estructura que consagrara esa posibilidad. Así, hubo ocho bloques temáticos compuestos de dos minutos de preguntas y respuestas, y seis minutos de debate entre los candidatos. En total, al menos 48 minutos de interpelación, sin contar el minuto final de libre disposición de cada presidenciable.
Por eso, el encuentro se hizo más ameno y ágil que en ocasiones anteriores. A la vez, los periodistas se mostraron más directos en sus interrogaciones y, pese a la queja de Sebastián Piñera sobre la extensión de las preguntas, claramente hubo una mejoría en ese aspecto. El principal desafío que tuvieron los periodistas -Constanza Santa María, Consuelo Saavedra, Mónica Rincón y José Antonio Neme- fue moderar los momentos de confrontación y, sobre todo, intentar que los candidatos respondieran de modo directo a sus preguntas y que no alargaran las respuestas evitando las contrapreguntas. Esto no se logró del todo y fue quizás la causa de que en el bloque dedicado a la migración y las relaciones internacionales, este último aspecto no se tocara.
El nuevo formato fue mejor aprovechado por Sebastián Piñera, quien interpeló muchas veces a su contendor. Desde decirle que su programa de gobierno era "infinanciable" hasta hacerle ver sus contradicciones sobre la condonación del CAE. Alejandro Guillier, quien no aprovechó sus condiciones de comunicador, utilizó menos la posibilidad de atacar directamente a Piñera. Escasamente le hizo ver que no es correcto hablar de "opción sexual" en relación a la homosexualidad, ya que "no se trata de una opción sino de una condición". Y, en un momento que arrancó sonrisas de ambos, le dijo que era "hábil en los negocios" y que jugaba "un poco al límite".
Más de alguien extrañó el que los candidatos no echaran chispas mirándose a los ojos, como ocurre en debates de otros países, pero esto no tiene que ver con el formato del encuentro sino con la voluntad de los propios abanderados. Guillier y Piñera pudieron hacerlo antenoche. Pero ambos prefirieron moderar la agresividad, que la semana pasada llegó a límites que fueron criticados. La discusión fue más bien racional, conceptual y se centró en las temáticas propuestas: seguridad, salud, educación, economía, agenda valórica, previsión, campaña electoral y migración. Nadie apeló al histrionismo ni a los golpes de efecto. Y eso podrá ser menos "televisivo", pero se agradece.
Con todo, este debate tuvo una mejor audiencia que el de la primera vuelta, con ocho contendores y sin tiempos dedicados a la interpelación; el 6 de noviembre se alcanzó un promedio de 43,4 puntos de
rating. Antenoche, el promedio fue de 45,3 puntos, con un
peak de 49, 7.