Gran final tuvo la temporada 2017 de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile. El sábado, en el Teatro de la Universidad de Chile, junto al Coro Sinfónico de la misma universidad y la mezzo Evelyn Ramírez, interpretó obras de Haydn y Prokofiev bajo la conducción de su titular, Leonid Grin.
Al inicio, se oyó la Sinfonía Nº 102 de Haydn (1794), que es la décima de las doce compuestas en Londres, cuando el compositor se estableció allí a instancias del empresario Johann Peter Salomon. En la costumbre de identificar con títulos a las sinfonías del compositor, esta es llamada "El Milagro". La anécdota es conocida: una araña de luces cayó en la sala y nadie resultó herido, milagrosamente. Según otros, esto ocurrió en el estreno de la Sinfonía Nº 96 (1791). Más allá de saber cuándo se cayó la lámpara, el verdadero milagro está en la maravillosa música, con la unión de perfección formal, experimentación, conmovedor melodismo y chispa, es decir, el inconfundible estilo de Haydn. La orquesta, bajo la dirección de Grin, ofreció una versión cuidada y estilística, desde la recia arquitectura del primer movimiento hasta el regocijante despliegue de humor del último.
En la segunda parte, se escuchó la Cantata "Alexander Nevsky" de Prokofiev (1939).
Desde el piano que acompañaba las imágenes de una película muda, hasta las grandes partituras de música incidental, la unión de música e imagen ha sido una preocupación esencial por parte de los directores cinematográficos. Normalmente, la música realza la imagen en perfecta correspondencia, pero a veces, la contradice (piénsese en Kubrick), provocando un resultado estético único. En el film "Alexander Nevsky" de Eisenstein (1938), el rol de la música de Prokofiev es realzar la imagen: el pueblo, la batalla, la desolación, la derrota del invasor y el triunfo del héroe. Fue tal la calidad del aporte de Prokofiev, que de música incidental pasó a tener categoría de obra de concierto independiente y así surgió la cantata. De sus siete números, inolvidable es el clima que se logra en "La batalla en el hielo". Pocas veces la música ha conseguido pintar más adecuadamente un paisaje helado que ominosamente anuncia la salvaje batalla que finalmente se apacigua en un portentoso pasaje con divisi de las cuerdas.
La interpretación fue óptima: la orquesta, excelente; el coro, magníficamente preparado por su director Juan Pablo Villarroel, tuvo momentos sobrecogedores logrando una sonoridad muy "rusa", haciéndose acreedor de encendidas ovaciones; Evelyn Ramírez lució su hermoso timbre en una interpretación de profunda emoción; Grin se enseñoreó de la partitura con mano maestra. En suma, un concierto para recordar y una gloriosa culminación de la temporada.