Hay mucha energía fílmica en esta película. Sus materiales son un poco depresivos y a veces parecen morosos, pero hay una energía sensible, quizá una forma de energía negativa.
Veamos. En las nevadas montañas de Wyoming, por donde pasan las borrascas como si fueran ovejas, el rastreador del Servicio de Pesca y Caza Cory Lambert (Jeremy Renner) encuentra el cuerpo de Natalie, una joven de origen arapajo, que ha sido violada y asesinada. Los hechos ocurren dentro de los límites de la reservación indígena de Wind River, un paraje desolado y desolador que está bajo la jurisdicción de una policía étnica dirigida por Ben (Graham Greene). Una tercera fuerza de orden, la policía del estado, envía a otros dos agentes como refuerzo. Y al final de la lista aparece Jane Banner (Elizabeth Olsen), la única agente del FBI disponible, que tiene jurisdicción por tratarse de un homicidio. Todos ellos se enfrentan al deber de dilucidar qué pasó con Natalie, quién le hizo lo que condujo a su muerte, quiénes han de ser castigados.
Hay una carga adicional: años atrás, el solitario Cory Lambert perdió a su hija adolescente en un incidente similar. Una fiesta, un grupo con desconocidos, una noche de libertad de los padres ("no te puedes descuidar ni un segundo") y ya está: la niña desaparece y nunca más se sabe quién le hizo lo que le hizo. Es lo mismo con Natalie: el repertorio de sospechosos no es muy grande, pero se necesita encontrar las pruebas.
El director de este policial socioétnico es Taylor Sheridan, guionista de Sicario y Nada que perder y director de una anterior cinta de terror, Vile, que parece pararse mejor en el mundo rural, con gente de pocas (y malas) palabras y estallidos de violencia que salen como de la nada. Parece que a Sheridan no le gusta filmar planos largos y lentos -hay algo impaciente en sus cortes, sus contraplanos, incluso en sus encuadres-, pero sabe que los necesita para conseguir ese efecto de erupción incontrolable de la violencia que tiene Viento salvaje. El momento de suspensión es indispensable para el momento de dispersión (muchos planos, muchos fragmentos) que constituye la energía de la violencia.
Los dos tiroteos que hay en esta película son especialmente intensos por su intrínseca irracionalidad, como ocurre en las películas de los Coen (en Viento salvaje hay una presencia fantasmal de Fargo). Pero los hermanos Coen -y Tarantino más- trabajan sobre los bordes paródicos, incluso carnavalescos, de la violencia homicida, mientras que la mirada de Sheridan se fija en el lado salvaje, como lo indica el (ingenioso) flashback que muestra de manera intensamente física las circunstancias del crimen.
Hay mucha energía envuelta en esto. También alguna tristeza -como en Nada que perder-, pero solo como una extensión existencial de lo brutal, la sensación de absurdo que queda detrás del paso helado de la violencia. Hay que seguir a Sheridan: se perfila como un cineasta más interesante que lo usual.
Viento salvaje
Wind River.
Dirección: Taylor Sheridan.
Con: Jeremy Renner, Elizabeth Olsen, Graham Greene, Kelsey Asbille,
Martin Sensmeier,
Gil Birmingham.
107 minutos.