Los dos candidatos llegaron a la defensiva al debate de los radiodifusores. Pidiendo disculpas y reconociendo errores. Sebastián Piñera por las acusaciones de los votos marcados, que consideró un lío "innecesario". Y Alejandro Guillier por lo de "meter la mano en el bolsillo" a los ricos, que consideró "una frase desafortunada, que podía haber planteado mejor".
También hubo un cambio de tono. Bajó notablemente la crispación de los últimos días. La amistad cívica quedó reflejada en las butacas del auditorio. Había una fila dividida para los invitados de Piñera y de Guillier, pero Juan José Santa Cruz (Ciudadanos con Piñera), Felipe Kast (Evópoli) y Álvaro Elizalde (PS) se saltaron el protocolo y se sentaron juntos en la zona reservada a Guillier.
En la primera ronda de preguntas, asomó un tema clave que constituye lo que "La Segunda" bautizó como "el talón de Aquiles" de Guillier: que no tiene un equipo económico de peso detrás. La periodista Claudia Álamo le preguntó quién será su ministro de Hacienda y el "todavía no lo sé" del senador resonó con el eco que se produce en las estancias vacías.
El candidato de la Fuerza de Mayoría dijo que era "un mal augurio" designar ministros antes de ganar, que un anuncio podía introducir derrotismo en su equipo electoral, que hay economistas jóvenes (y, por lo tanto, desconocidos) y se salió por la tangente hablando de la "economía naranja" (emprendimientos relacionados con la cultura y los espectáculos). Al público, sus palabras le sonaron como excusas. Se podían oír los grillos del campo chileno: cri, cri, cri, cri.
Esta aparente orfandad económica del candidato oficialista genera un contraste llamativo porque precisamente él es el candidato del Gobierno. ¿Dónde se ha visto que un candidato continuista no tenga detrás un elenco de economistas sacados del propio Ejecutivo?
Rectificación de Rosales
De hecho, Guillier tiene economistas en su equipo: Luis Eduardo Escobar y Álvaro Díaz (PS), Andras Uthoff y Ricardo Ffrench-Davies (DC), quien fue mencionado ayer porque es el último que le ha dado respaldo público, pero el propio candidato le bajó el perfil. El grupo, sin embargo, carece de tonelaje político. Incluso Guillier tiene un portavoz económico, Osvaldo Rosales, quien ayer tuvo que salir a atajar una de las ligerezas que cometió el candidato cuando se refirió a la condonación del CAE para el 40% más pobre.
En cambio a Piñera se le asocia con un grupo de economistas de mucho peso político y técnico, partiendo por Felipe Larraín, su ex ministro de Hacienda, pero continuando por Juan Andrés Fontaine, Susana Jiménez, Rodrigo Vergara, Soledad Arellano o José Ramón Valente.
Identificada la economía como el hígado de Guillier, Piñera se regodeó en golpearle ahí. "Este gobierno sabe bien cómo trancar la economía", expresó y más tarde le dedicó uno de sus "minutos millonarios" (el tiempo de libre disposición que Archi les asignó al final de cada turno) en el que le dijo: "Alejandro, esa frase de 'le vamos a meter la mano al bolsillo de los chilenos' refleja un poco lo que está en el corazón de su alianza. En Chile hay un millón de pequeñas y medianas empresas y si les mete mano las va a acogotar. Lo que necesitan es crecimiento... Su receta es el camino seguro para que ustedes sigan por la senda equivocada de los últimos cuatro años".
Piñera insistió más adelante sobre el punto: "La reforma tributaria... iba a recaudar 8.000 millones de dólares, pero esa misma reforma le costó a Chile dos puntos de menor crecimiento y eso le va a costar a Chile 24.000 millones de dólares. Hacer reformas a tontas y a locas supone que lo que recaudamos por un lado lo perdemos por otro". Guillier se limitó a contestar que había un informe del Banco Mundial que consideraba "buena" la reforma tributaria.
Disforia de género
El debate tocó muchos otros aspectos. En algunos casos, los cinco interrogadores se adornaron en exceso con las preguntas y eso dejó poco o ningún tiempo para las respuestas. Verónica Franco, de Cooperativa, comentó a micrófono abierto al final que "a más de algunos les ha convenido quizá que el tiempo no les alcance para contestar todo". La apostilla olvidaba que algún periodista se empecinó más de lo razonable en conseguir que las respuestas fueran más allá de lo que quería contestar cada candidato.
Piñera se desenvolvió con aplomo en casi todos los temas. Los seguidores de Guillier, incluida la portavoz del Gobierno, lo criticaron por decir que la disforia sexual "se corrige" con el tiempo. Lo cierto es que Piñera esbozó una serie de criterios políticos al respecto -respeto a la libertad personal y familiar y, sobre todo, a la dignidad de los afectados- mundialmente aceptados. Pero erró al emplear el término "corregir" que tiene que ver con la batalla en favor de que la disforia sexual (y la transexualidad) no sea considerada una patología, asunto que ni siquiera ha sido zanjado en la OMS porque la nueva descripción -"incongruencia de género"- tampoco contenta a los afectados. La revisión del manual de enfermedades de la OMS de 2018 traerá la respuesta y quizá nuevas polémicas.
Puesta en escena
Pese a la falta de fortalezas en el ámbito económico, Guillier sí se mostró muy solvente en otros tramos del debate. Tuvo gestos emocionalmente acertados: "Yo por mi país hago todo lo que sea necesario", soltó cuando Piñera le dijo que le pediría su voto en marzo para poner en marcha su programa "Clase Media Protegida" y Guillier siguiera siendo senador.
El candidato de la Fuerza de la Mayoría también estuvo muy bien en la puesta en escena de su discurso final, lo que le permitió ocultar ciertas inconsistencias (hablaba como si nadie se hubiera educado en Chile antes de la existencia de la gratuidad). Fue en ese instante final donde se notó más que el discurso de Piñera, quizá porque ha sido preparado por un equipo que lleva cuatro años trabajando en ello o porque ha sido el candidato favorito desde hace mucho tiempo, muestra más signos de desgaste y ha envejecido peor. El candidato de Chile Vamos insistió en su mensaje de que hay dos caminos para hacer las cosas: el del estancamiento actual y el del crecimiento prometido.
Si hubiera que aplicar el criterio esbozado por Ricardo Lagos de que lo importante es el crecimiento y lo demás es música, quedó ayer claro que en el escenario del Centro Cultural Gabriela Mistral ayer había un candidato sin música y otro con pura música.