En "Karl Marx, año zero", único estreno este año de un texto del prolífico dramaturgo Benjamín Galemiri, hay una animada puesta en escena trabajada laboriosamente por la directora Heidrun Breier, apoyándose en un elenco que se desempeña con oficio y vehemencia, y en el estupendo aporte de la música de Pablo Aranda. Todo, por desgracia, digno de mejor causa, pues es su materia prima, su punto de partida, el que falla. Hasta el punto que uno se pregunta si valía la pena derrochar tanto esfuerzo.
Valorado en el medio local y representado en el extranjero como el dramaturgo chileno más innovador de la etapa de transición y cambio de milenio, el que introdujo la posmodernidad en nuestra escritura para la escena, Galemiri (60), tras ocho años sin frutos a la vista, reapareció la temporada pasada no con uno, sino -como en sus mejores tiempos- con tres títulos. Este, escrito en 2015, ratifica lo que la triple 'rentrée' hizo sospechar: que el tiempo no pasa en vano, y que el autor quedó anclado sin evolucionar en un estilo que parece ahora una fórmula gastada.
No importa cuánto empeño le pongan Breier y su equipo, aquello que fue original en los 90 y hasta mediados de la década pasada, ya no lo es. Porque Galemiri sigue haciendo más de lo mismo que le hemos visto en los últimos 25 años en al menos una veintena de obras. Su despliegue de elaborado ingenio -con su torrentoso lenguaje acotacional que debe asumir un narrador (o varios) y extensos monólogos para cada personaje, infinitas bromas cultas y metateatrales, múltiples referencias al cine y la cultura 'pop'- se ha vuelto fatigoso, laberíntico, hasta pesado.
Esta es otra de sus fantasías -lúdica, delirante, caótica y excesiva en su jactancioso humor 'clever'- en que Marx dice ser un chileno de hoy candidato a la Presidencia de la República, aunque se le ve rodeado de varios de los personajes cercanos al verdadero pensador y activista revolucionario judío-alemán del siglo XIX. Así, el texto organiza en un gigantesco tsunami de verborrea, por un lado, un desfile de alusiones a la biografía de Marx, y reflexiones sarcásticas acerca del descrédito actual de su ideología y la banalización de su figura, mientras que por otro desgrana comentarios sobre la contingencia política del país (en la que el marxismo no tiene nada que decir). Eso y la cuestión eleccionaria justificarían la vigencia de la propuesta. Pero esta adquiere el aspecto de un cambiante y desbocado discurso a varias voces que carece, como en otras piezas, de un esbozo de historia o de un eje que le dé algún orden y coherencia a la exposición.
Mucho más que en anteriores títulos, aquí el autor se aleja de toda convención dramatúrgica hasta el punto de que este parece un texto irrepresentable; lo cual acrecienta el respeto a este intento por insuflar interés a los interminables 90 minutos que se toma. El mayor de sus logros está lejos en las jocosas frases corales en arreglo para tres cantantes masculinos, que van comentando y contrapunteando los dichos y diálogos.
Matucana 100. Jueves y sábado a las 20:30 horas, viernes a las 21:00 horas y domingo a las 19:30 horas. Hasta el 15 de diciembre.