¿Qué estaría pasando en Chile si Beatriz Sánchez hubiese pasado a la segunda vuelta frente a Sebastián Piñera? Se trata de un contrafactual, un acontecimiento que no sucedió pero que podría haber ocurrido el pasado 19 de noviembre. Hubiese bastado con que Sánchez atrajese 80.147 sufragios más y Alejandro Guillier 80.146 menos para que hoy estuviéramos instalados en esa realidad alternativa.
Planteé esta posibilidad a varias personas del mundo de la política y la economía y este es un resumen de lo que me dijeron, trufado con mi propio análisis.
De partida, que Guillier hubiese ocupado el tercer lugar hubiese hecho indisimulable el castigo a Michelle Bachelet. Desde el primer momento hubiese quedado claro algo que solo se visualizó este jueves con la negativa del Frente Amplio a apoyar expresamente al candidato de la Fuerza de la Mayoría: que el tan cacareado legado presidencial tiene muy pocos herederos jóvenes dispuestos a no despreciar "el esfuerzo de sus padres".
Debido a esto, el Gobierno habría sido un actor menos relevante que lo que está resultando ser en esta segunda vuelta. La descarada manipulación de la agenda legislativa, la movilización de funcionarios que representan la potestad del Estado, solo puede obedecer a la desesperación del Ejecutivo por salvar su legado, el cual ha venido blanqueando esforzadamente en los últimos meses. Este lavado de cara ha sido posible gracias, en gran parte, a que la intensidad reformista de la Nueva Mayoría quedó frustrada por episodios azarosos que Bachelet no consideraba en sus planes originales, como el caso Caval y la parálisis política que indujo, y a que el propio Chile Vamos rebajó su nivel de crítica.
Esto le hubiese puesto las cosas más fáciles a Piñera y también hubiese dividido y sepultado a la Nueva Mayoría. Un segmento de estos votantes se habría ido con Piñera, probablemente un tercio, y el resto hacia Sánchez. Pero Piñera ya estaba tratando de cautivar el voto centrista desde hace meses. Lo novedoso hubiese sido que Sánchez y el Frente Amplio habrían tenido que hacer lo mismo -desplazarse hacia el centro- si querían ganar. Mantener una actitud principista solo les hubiese garantizado una derrota, aunque les hubiese dado un perfil propio, como ocurrió en sus inicios con la Falange (DC) de los años 30.
El tono de la campaña se hubiese polarizado mucho. Para la mitad derecha de la Nueva Mayoría sería una elección entre el populismo y el "mal menor". Y la discusión se habría centrado en torno a los temas económicos y fiscales. La viabilidad del programa del Frente Amplio habría sido examinada con lupa. Se hubiese hablado mucho más de impuestos y de pensiones. La gratuidad universitaria y el CAE habrían sido sometidos a un fuerte contraste. La asamblea constituyente habría sido una línea roja y "Chilezuela" habría sido un tópico diario que Piñera hubiese empleado contra Sánchez y sus aliados.
Resulta significativo que casi la unanimidad de los economistas a los que consulté dijeron que la campaña habría quedado dominada por un discurso populista. Se hablaría de democracia directa, asambleísmo, derechos sociales sin límites presupuestarios... Algunos de ellos se quejaron de que la actual campaña también ha adquirido estos ribetes.
La discusión sobre los aspectos básicos de dos modelos antagónicos de sociedad habría tensionado con fuerza a la DC, que habría tenido que definirse una vez más sobre cuestiones como el papel del mercado y el Estado, la familia y el individuo, el crecimiento y el desarrollo.
Las cosas no habrían sido sencillas para el FA. Ya hemos visto cuánto se le ha complicado la existencia a la hora de decidir si apoya o no a Guillier. Se trata de una coalición que ha hecho cosas muy bien -una buena planificación electoral, por ejemplo-, pero que no deja de ser joven e inmadura, y de confirmar a diario que no estaba lista para ganar ahora.
La derecha se habría encontrado con un adversario más ideologizado y una parte de los consultados cree que la NM se habría plegado más fácilmente a sus planes que al revés. La bolsa se habría desplomado por la incertidumbre y la economía habría vuelto a ser el ítem más importante del debate nacional.
Lo más interesante de plantearse este contrafactual tiene que ver con la campaña de Chile Vamos, ya que realmente este no afecta la conducción de la de Guillier y la de Sánchez hoy no existe. ¿Habría sido muy distinta la campaña de Piñera frente a Sánchez en relación a la que está desarrollando hoy ante Guillier? Si la respuesta es no, ¿significa eso que su actual discurso puede estar errado o que debería ser distinto?