Björk - "Utopia"
La imagen de la portada de "Utopia", el último disco de Björk, es decidora. La trascendental artista islandesa figura como un avatar o una interpretación de una alienígena femenina con tonos vibrantes y una suerte de clarinete en una de sus manos, indicando con precisión desde el inicio las direcciones que toma el álbum. Un trabajo que se expande por una hora y 11 minutos entre armonías vocales, la candidez de la música de la flauta y su definición estética del futuro.
Porque después de representar de forma pavorosa su ruptura con Matthew Barney en "Vulnicura" (2015), la vanguardista compositora amanece en un mundo nuevo, ahora sí brillante, que dispone de una corriente orgánica construida como si se tratase de una película de la era dorada de Disney, donde vuelan pajaritos y el movimiento de la naturaleza es significada por los instrumentos de viento; pero que a la vez la contrasta con
beats electrónicos que parecieran venir de otro planeta.
Ese lugar más bien tormentoso -creado por el co-productor venezolano Arca- quiebra la calma y su fragilidad, aunque sin la fuerza necesaria para generar un arco dramático. "Utopia" transita sin sobresaltos en su cinematografía musical, dejando la sensación de que su protagonista terminó en el mismo lugar en el que comenzó. Dicen que Björk volvió a sonreír, y no sabemos qué tan bien le ha hecho ese estado de bienestar al carácter exploratorio de su música.
Morrissey - "Low in high school"
En el contexto del lanzamiento de su último álbum, "Low in high school", Morrissey canceló un concierto en Estados Unidos porque la calefacción del recinto estaba averiada y en entrevista con un medio alemán defendió a Kevin Spacey asegurando que en algunas oportunidades el "acoso sexual" no es más que un "patético intento de cortejo", sin contar sus dichos sobre la inmigración, asegurando que los países europeos han desperdiciado su identidad en pos de la multiculturalidad.
Una especie de panfleto comercial que corre amalgamado al disco -considerado su trabajo más político en años- e intenta abarcar una diversidad de temáticas que van desde las críticas al Ejército, pasando por su odio a Donald Trump, su postura a favor del Brexit y algunas consignas sociales universales pero discursivamente insuficientes. Es cierto, el fuerte del compositor está en su capacidad para desarrollar historias, y musicalmente hablando esta obra no entrega ninguna renovación a su catálogo de grandes éxitos.
De ahí en más, su bitácora de viajes lo traslada a Israel y sus referencias culturales, intentando enarbolar la grandeza del país desde sus virtudes y salvaguardar a la vez a sus ciudadanos de las promesas de infierno para los pecadores, de su milicia y del peso de su historia. Al final, de todo lo que intenta abarcar, lo más claro para Morrissey continúa siendo su rostro romántico y sentimental. Allí es imbatible y, a ratos, esas reflexiones quedan lamentablemente en segundo plano.