Me molesta cuando dicen que Kathryn Bigelow es una directora que dirige "como hombre". OK. No es la casa de muñecas que Sofia Coppola sabe hacer tan bien en cada una de sus películas, pero lo de Kathryn Bigelow es también un tipo de sensibilidad que pasa por el cedazo del terror ("Cuando la oscuridad"); de la acción ("Punto de quiebre"); y del thriller ("Zero Dark Thirty"). Acá Bigelow recrea con solvencia los disturbios raciales de Detroit a fines de los años 60 y pone la cámara con pericia sobre el atropello sufrido por afroamericanos y dos chicas "blancas" por parte de policías abusivos. Bigelow no dirige como hombre. Solo dirige muy bien y lo que queda es una zona de guerra de pesadilla: una herida en la historia de EE.UU. y su valor está en ser un complejo estudio de personajes, desde un desalmado racista (Will Poulter) hasta una víctima de las circunstancias (Algee Smith). Muy buena.
Drama. 2017. EE.UU. 183 minutos. 14 años.