Las palabras de Alejandro Guillier recordando al Frente Amplio que "tienen que madurar mucho sus propuestas" si quieren gobernar Chile y no despreciar "el esfuerzo de sus padres" desató una tormenta justo cuando esa coalición está discutiendo si apoya o no al candidato de la Nueva Mayoría. El episodio está lejos de ser una simple anécdota.
Ayer por la mañana, en Tele13 Radio, se produjo un incidente relacionado. Ocupaba los micrófonos Carlos Ruiz Encina, el llamado "ideólogo" del FA. De pronto le preguntaron por las declaraciones de Guillier, y se produjo un larguísimo y revelador silencio. Al otro lado del éter se podía adivinar el disgusto de Ruiz. "Voy a hablar de mí", dijo. "Creo que vengo luchando hace muchos años en este país, y no le aceptaría clases de historia (a Guillier)".
Que un intelectual de izquierda como Ruiz, ex director de la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, señalado como el formador de varias generaciones que han dirigido la FECH, optara por una respuesta personal, apelando a un pasado que la mayoría desconoce, y permitiera que sus sentimientos quedaran en evidencia, es la prueba de que en el Frente todavía falta eso que Guillier subrayó: madurez.
De hecho, Ruiz estaba explicando precisamente lo que está sucediendo en la centroizquierda: la Nueva Mayoría "ya no tiene la hegemonía sobre la forma en que se construye izquierda en Chile. Ya no es la única que dice cómo parar a la derecha", afirmó en la radio. A lo que estamos asistiendo, entonces, es a un choque de dos modelos de hegemonías, que es la prima moderna y más sofisticada de lo que antes eran "las grandes mayorías nacionales".
Para el FA, la Nueva Mayoría y su antecesora, la Concertación, han sido fuerzas políticas que han sostenido una hegemonía bastarda, tributaria de un modelo heredado de un régimen militar en el que se han limitado a jugar el segundo tiempo. "A un verdadero socialdemócrata lo hubieran echado en un gobierno de la Concertación", dijo Ruiz, demostrando que su idea de socialdemocracia no es la alemana, española, francesa ni sueca.
Las palabras de Guillier, en cambio, buscaban restaurar el honor perdido de la Nueva Mayoría, cuyo modelo de hegemonía ahora se ve debilitado, pero sigue siendo muchísimo más poderoso que el del Frente (43 diputados -57 si se suma la DC-, frente a 20). Pero resulta incomprensible que el candidato se metiera en este charco ahora, cuando dos de los partidos más importantes del FA (Revolución Democrática y el Movimiento Autonomista) están discutiendo si lo apoyan o no. Hay quien sugiere que Guillier intenta recuperar para sí algo del voto perdido por Goic.
Hay una diferencia importante entre las dos hegemonías que están colisionando. La histórica de la Nueva Mayoría se basa en la agrupación de demandas sociales y su resolución a medida que se superan las restricciones de la realidad (mediante acumulación de riqueza o cambios tecnológicos o sociales). Actúa, en ese sentido, de la misma manera que la derecha. Es una manera lineal y lógica de estar en política.
En el Frente Amplio el concepto clave es la "equivalencia de demandas", un término introducido entre los neogramscianos latinoamericanos por Laclau y Mouffe. La idea es que la común frustración de demandas muy heterogéneas permite su agrupación por la vía de su verdadero común denominador, que es la insatisfacción. Así, los "indignados" pueden tener problemas muy diversos -alto endeudamiento, pobre acceso a servicios, etc.-, pero comparten su rabia contra el modelo o el establishment que no los satisface. Lo importante es ponerse de acuerdo en que todo va mal, y no en cómo solucionarlo. Un cóctel perfecto para un mundo dominado por la posverdad.
Esta es una diferencia de fondo. De hecho, ayer Guillier ofrendó en el altar del Frente Amplio el fin del CAE y del modelo único de AFP, y la reforma de la Constitución, pero no dejó de reivindicar la hegemonía de la que forma parte. Cada vez que recordó "los sacrificios que nos han traído hasta aquí", lo hizo. Y eso marca una diferencia.