Es cierto que hubo triunfalismo en la centroderecha durante la primera vuelta de la elección presidencial. Pero permítanme una vez más llevarle la contra a la mayoría y plantear mi desacuerdo con que ese sentimiento fuese negativo, un error.
Sin ser un científico, ni mucho menos, déjenme tratar de explicar mi punto con una analogía biológica.
Creo que en los sistemas electorales con voto voluntario las personas votamos movidos por la motivación de conseguir algo bueno, beneficioso; por el entusiasmo de un triunfo que imaginamos conducirá a tiempos mejores. O, por el contrario, votamos impulsados por el miedo, porque percibimos como un peligro real que triunfe una opción política distinta a la nuestra.
Para que mi analogía resulte, diremos que en el primer caso, lo que nos empuja es la dopamina y en el segundo nuestro motor es la adrenalina.
Así, el domingo pasado la centroderecha, embriagada en dopamina (arrojando doping positivo), salió a buscar un triunfo contundente que abriera de una vez la puerta a los tiempos mejores. Por eso creo que el triunfalismo no fue malo, ayudó a que millones de personas salieran a votar, como efectivamente lo hicieron.
Pero también salió a votar la Nueva Mayoría, tironeada por las altas dosis de adrenalina que recorrían su organismo. Pero no fue suficiente para conseguir un buen resultado. Una porción relevante de sus votos se los llevó el Frente Amplio (FA).
¿Y qué fue lo que movió al FA? Supongo que la liberación de muchas endorfinas, porque vieron esto como un deporte, donde quisieron salir a competir sin la expectativa real de llegar a La Moneda; sin miedos, y solo con el deseo de crecer para ser más de lo que eran antes del domingo, teniendo claro que no se les iba la vida en la elección, porque tienen literalmente toda la vida por delante.
Así, llegamos a la segunda vuelta. Y aquí creo que se mezclan un poco las cosas. Ahora es la centroderecha la que comenzó a secretar adrenalina y es a la Nueva Mayoría a la que se le abrió el apetito de mantenerse en el poder. Sienten que la dopamina les recorre las venas (los libros dicen que cuando la dopamina es liberada en los centros de recompensa del cerebro, sentimos placer, bienestar y relajación).
Pero momento: falta el Frente Amplio. ¿Qué los podría motivar a ellos a levantarse el domingo 17 de diciembre e ir a las urnas? ¿El entusiasmo por ganar para ser gobierno en alianza con la Nueva Mayoría? ¿Es capaz Alejandro Guillier de excitar las hormonas de la gente del Frente Amplio? ¿Qué creen ustedes? O veámoslo desde el otro lado. ¿Siente miedo el FA de que llegue Sebastián Piñera al poder? O, más bien, ¿les seduce la idea de ser ellos la principal fuerza opositora a su eventual futuro gobierno?
Me cambio de analogía para terminar la columna. Porque creo que el Frente Amplio no será el protagonista de la segunda vuelta.
La segunda vuelta no será en clave de FA. Será en clave de MI. Votarán los que se sientan tocados de verdad. Los que digan "esto me afecta directamente a MÍ".
Pero no hay que inquietarse. Yo sé que al final va a salir el SOL. Esa es la clave.