Evo Morales prepara un salto decisivo para perpetuarse en el poder. Su Tribunal Constitucional, en los próximos días, le permitirá postular a la reelección el 2019, por otros seis años. Fue elegido el 2005. Era otro mundo. Los fracasados gobiernos populistas de Chávez, Lula, Néstor Kirchner y Fidel Castro dominaban la región. Ahora solo está en la mala compañía de Maduro y Raúl Castro.
Quedará en evidencia que Morales ha destruido el Estado de Derecho en su país. Tal es el control que ejerce el Presidente sobre los tribunales, que no importa la prohibición expresa del artículo 148 de la Constitución boliviana, que impide la reelección por un tercer período. Menos aún, desconocer el plebiscito del año pasado, cuando el 51% de los bolivianos rechazó otro intento de extender su mandato. Sin vergüenza, la Corte boliviana accederá a los deseos del Presidente: invocará torcidamente el Pacto de San José, como si estableciera las condiciones para postular a los cargos de elección popular.
El régimen de Morales es un gobierno corrupto, con sus altos funcionarios participando del narcotráfico. Morales es el presidente del sindicato de cocaleros y Bolivia, el tercer mayor productor del mundo de cocaína. Según Naciones Unidas, registra un considerable aumento en las producciones de coca en los últimos años: con autorización presidencial se han incrementado las plantaciones en 10 mil hectáreas. De allí surge gran parte de la cocaína y de la pasta base con efectos devastadores en la política y en las poblaciones de varios continentes. Proviene de esas hojas, como las que, hipócritamente, Evo presentara y que sorprendiera al Papa Francisco, junto a otros engaños.
Lo nocivo del gobierno de Morales puede agravarse aún más. Aparece un nuevo factor: el sostenido deterioro de su economía, desde el 2014. Había disfrutado de la bonanza de los precios de los hidrocarburos, de la plata, del estaño, del zinc y de la soya. Luego se ha desencadenado un cambio de ciclo económico: bajo un tipo de cambio fijo por 11 años, Bolivia ha visto reducidos su crecimiento y sus reservas internacionales a la mitad. La tendencia es a la baja en la producción, inversión, renta per cápita y demás índices económicos, que se tornan incapaces de sostener las medidas populistas de Morales que ya provocan un déficit fiscal cercano al 9%.
El reciente informe Millenium, patrocinado por la Fundación Adenauer, proporciona más detalles de la economía boliviana.
Transgresiones al Estado de Derecho, rampante corrupción, creciente narcotráfico y economía en decadencia en Bolivia son una mezcla tóxica para los bolivianos y el resto del mundo.
Habrá que tomar medidas para fortalecer la frontera y profundizar la denuncia de estas amenazas en los foros mundiales. Es peligroso ser vecino de un gobierno aislado por la comunidad internacional, que termina con el imperio de la ley, que empobrece a su pueblo y facilita el narcotráfico.