De acuerdo con los expertos, es improbable que la contienda presidencial se resuelva esta noche. Pero todo parece indicar que tendremos una victoria categórica -tal vez irremontable- del ex Presidente Piñera, junto a una votación parlamentaria inusualmente favorable para Chile Vamos.
Cuatro años atrás, cuando concluía la campaña en que triunfó la Nueva Mayoría, muchos anticipaban el advenimiento de un "nuevo ciclo". Ese conglomerado abjuraba de los compromisos democráticos asumidos en tiempos de la Concertación -vistos como una repudiable transacción- y se proponía demoler el modelo económico y social vigente. La centroderecha, por su parte, se decía que debía abandonar ese razonamiento "economicista" que hacía del crecimiento económico su objetivo primordial y abrazar un "relato" más político. ¿Quién habría podido prever entonces que hoy la ciudadanía se aprestaría a llevar de vuelta a La Moneda a quien mejor personifica la denostada estrategia de los acuerdos transversales y la gestión eficiente de las políticas públicas?
En verdad, no hay mucho de qué sorprenderse. Como ha sido observado por muchos, el gobierno de la Nueva Mayoría erró el diagnóstico y aplicó la prescripción equivocada. El votante representativo pudo apreciar que por ese camino había confrontación e incertidumbre, paralización productiva, derroche fiscal y expectativas frustradas. Es entendible que ahora procure otra vía.
La interrogante es si acaso -ahora sí- podremos ver despuntar un nuevo ciclo para Chile. La voz de las urnas será en ello un factor determinante: una votación masiva a favor de Chile Vamos cimentaría una base política para ello. Una eventual diáspora desde una fracasada Nueva Mayoría podría alentar la indispensable estructuración de acuerdos políticos amplios. El clima económico externo e interno -aunque aún cargado de incertidumbre- otra vez se presenta auspicioso. La economía mundial crece y el cobre vuelve a encumbrarse. Se desperezan las expectativas de nuestros consumidores y empresarios sobre el futuro del país.
La misión de hacer de Chile un país desarrollado encierra mucho más que el mero incremento de los ingresos. Es un proyecto para una sociedad más libre, con más oportunidades y mayor solidaridad. Desde luego, también supone acceder a un estadio de prosperidad material. El camino por delante no será fácil, pues habrá que vencer la desconfianza imperante en la política, superar las resistencias y reparar los muchos desperfectos del legado de la administración actual. Pero bajo un gobierno con visión de futuro y gestión eficiente, capaz de liderar a sus fuerzas políticas, de concitar apoyos transversales, y de asumir con resolución las reformas necesarias, tal vez en verdad esta noche asistamos al nacimiento de un ciclo nuevo y virtuoso.