A menos de una semana de inaugurada la bienaventurada línea 6, las flamantes puertas de andén de una estación ya estaban completamente cubiertas con un aviso comercial de cabo a rabo. Sabemos que el transporte debe financiarse y celebramos la inventiva para rentabilizar el espacio, pero, ¿absolutamente todo es un soporte válido de publicidad? Las barandas, las puertas, los peldaños, el piso, los vagones... ¿todo? Quizás vale la pena revisar los criterios, porque no solo es de contenido publicitario el mensaje que se está entregando.
Si no discriminamos, si cualquier lugar puede ser convertido en aviso -a pesar de que hay dispuestos espacios explícitamente diseñados para eso- quiere decir que celebremos la libre expresión aun fuera de los límites de la convención y que estos son una mera referencia ornamental que puede traspasarse a voluntad. Un grafitero, como el que profanó el metro a pocos días de inaugurarse, estaría muy de acuerdo en esa premisa de rebeldía creativa. Me dirán que no es lo mismo, porque validamos la publicidad como una actividad económica regulada que entrega recursos a Metro. Entonces, ¿estaría bien otorgar permisos precarios a los vendedores ambulantes que también ven en el transporte público una excelente oportunidad?
¿Por qué Metro es una ocasión de negocio para algunos y para otros no? Porque las grandes compañías publicitarias pagan y bastante, lo que hace que la actividad merezca considerarse como un aporte a lo púbico. Pero su en todos lados existe la posibilidad de que alguien pague por vendernos algo y hacer de la excepción una norma; si el espacio público siempre se nos presenta desbordado por los intereses privados, ¿en qué lugar hacemos todos silencio para construir la convivencia entre iguales?
Desde totalitarios a anarquistas, desde Speer a Jacobs, se ha convenido que el espacio urbano transmite valores. Desde los grandes monumentos autoritarios, que no dejan lugar a dudas sobre el poder absoluto, a los complejos roles sociales que los niños aprenden jugando en la vereda, el espacio educa y construye una cultura. No transformemos todo en el gran bazar de los individualismos.