Gran dramaturgo chileno prestigiado internacionalmente, Egon Wolff (1926-2016) reiteró en vida muchas veces cuán disconforme quedaba a menudo con las licencias que se tomaban los directores teatrales al poner en escena sus textos; tanto así que en sus últimos años optó por dirigir él mismo sus propias obras.
Aunque Marcelo Leonart ha declarado que dirigió "Flores de papel" como un tributo póstumo a su profesor en la UC, a quien considera maestro suyo, Wolff, si viviera, de seguro no habría aprobado su enfoque. Cuando se estrenó en 1970 nadie pudo prever que luego esta pieza sería valorada como una de sus obras mayores, y la más representada en el extranjero. Hasta hoy suma unos 40 estrenos foráneos, traducida a diez idiomas incluyendo griego y japonés (este año debutó en Miami). La filmaron además en México y Noruega. En Chile su segundo abordaje, en 2000 por el Teatro de la "U" bajo dirección de Raúl Osorio, sí les rindió honores a las muchas virtudes de este texto enorme.
Aquí, desde que los únicos dos personajes entran a escena, Leonart -que recién tuvo en cartelera simultánea otro montaje, "Noche mapuche", con texto propio- indica que lo que veremos no será una ficción para nada realista; tendrá otra clave que deberemos dilucidar. El 'Merluza', un lumpen zarrapastroso que entra al departamento de Eva cargando sus bolsas del supermercado, no viste andrajos ni se ve desaseado (como él mismo lo afirma). Señal desconcertante. Por su parte, ella -la solterona y solitaria dueña de una tienda- tampoco luce altanera y elegante. Como si se quisiera acercarlos, reducir el abismo social infranqueable que los separa.
En el texto, la interacción entre estos seres adopta tonos cada vez más ambiguos, mientras él revela otras identidades contradictorias. Entonces la trama se abre -como en Genet, Beckett o Pinter- a una multiplicidad de lecturas simbólicas: la confrontación de clases opuestas desde luego, y la anulación de una por la otra; la creación artística, a través de las flores de papel que confecciona el invasor inundando la vivienda; la desarticulación del lenguaje, entre otras. Lo que conduce hacia un punto incierto sin solución, de desencuentro y caos. En el enigma perturbador de ese desenlace, que no es tal, radica la riqueza y complejidad de la obra de Wolff.
El director opta por poner el acento en una arista del relato, la tensión erótica entre el marginal y la señora burguesa, con la idea de articular una suerte de thriller sexual y psicológico teñido de impulso perverso y sadomasoquismo. Lo que exige que la situación presentada como irreal progrese en un registro más bien realista. A contrapelo del texto, cuyo inicio es de un realismo posible que avanza enturbiándose con rasgos absurdos o surreales.
El competente esfuerzo de los actores Mariana Loyola y Alexis Moreno colabora a que la entrega tenga un aspecto sólido. Razón de más para que el espectador se pregunte durante las dos horas que dura qué es lo que no encaja en esta propuesta que se despliega de modo tan postizo, y concluye en el momento menos esperado. Sin contar con que la musicalización desorienta con su abigarrada suma de música que suena como de thriller cinematográfico, un par de canciones pop de los 70, un tema sensual de jazz, y hacia el final el aria "Casta diva" por María Callas repetida varias veces.
Teatro UC, miércoles a sábado a las 20:00 horas. Hasta el 18 de noviembre.