Con "Almas perdidas", el colectivo La Dramática Nacional, que lideran las actrices Nelda Muray, Carola Araya y Carolina Rebolledo, cierra el loable tríptico que desarrolló desde 2014 con el respaldo del Fondart. Un extraordinario esfuerzo que no ha sido reconocido como debiera, por recrear en escena los movimientos sociales de hace un siglo (primeras décadas de 1900), a través de tres obras claves de Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), indiscutido pionero del teatro comprometido socialmente del país y del continente; y si no padre del teatro chileno, según algunos estudiosos, al menos uno de los tres maestros históricos de la dramaturgia nacional junto a Germán Luco Cruchaga y Armando Moock. O sea, rescata además al autor Premio Nacional de Teatro 1954, cuyas obras hoy son escasamente conocidas.
Para los tres títulos, las gestoras -que codirigieron los montajes y también actuaron en ellos- contaron básicamente con el mismo equipo y elenco, fusionando actores de larga trayectoria y elementos más jóvenes. En producciones complejas, para ser proyectos independientes: 20 intérpretes en escena, con bailes y canciones de la época en vivo (el dramaturgo fue en paralelo investigador folclórico).
Primero fue "Chañarcillo", texto de 1936, sobre la "fiebre de la plata" y la vida minera, y el año pasado se dio "La canción rota", de 1933, reflejando el clima de los primeros alzamientos campesinos. Ahora se ofrece "Almas perdidas", una de sus primeras obras, la cuarta que escribió y estrenó en 1916, que trata sobre la injusticia social urbana; en un periodo en que un cuarto de la población de Santiago, poco más de cien mil personas, sobrevivía hacinada en unos 25.000 conventillos y cités. El dramaturgo dirigió una versión cinematográfica de su drama colectivo en 1923, con guion propio (al año siguiente hizo su segundo largometraje, también cine mudo, por cierto). "Almas perdidas" no se presentaba aquí desde que el Teatro de la UC la montó en 1973, bajo la dirección de Gustavo Meza.
Como toda la obra de Acevedo Hernández, esta es una pieza popular y rebelde, opuesta al teatro enajenante y de mera diversión común en su tiempo; con un sentido didáctico: dar cuenta de la miseria, injusticia y abandono que sufre la mayoría de los chilenos. A ojos actuales, no se puede negar que cierta ingenuidad tiñe el retrato de los pobres como seres puros y nobles. Pero también es cierto que el autor brinda un reflejo de la realidad que lo rodea, traspasado de honestidad, indignación y humanismo.
La puesta anima sencilla y convincentemente un conventillo en que conviven obreros, policías corruptos, delincuentes, borrachos, alguna prostituta, un viejo y gente enferma. Los trabajadores se han unido en una huelga para exigir mejores sueldos, la cual aborta por la traición de uno de ellos. Recursos simples de melodrama y otros de comedia, se alternan con canciones que a veces suenan muy bien.
Si bien el conjunto se armó y funciona de modo aceptable, se debe admitir que carece de la vitalidad de "La canción rota" de 2016. Se percibe cierta desprolijidad en el resultado, como si al proceso le hubiera faltado ensayo. Por lo mismo, los actores parecen exigiéndose al mínimo. Con todo, otro aporte es la iconografía de época que se proyecta en los entrecuadros (registros fílmicos y montaje de fotos).
Matucana 100. Avenida Matucana 100. Jueves a domingo, 20:30 horas. Hasta el 19 de noviembre.