El misterio siempre parece haber llevado al hombre a elegir. La angustia de ser y no ser no ha parecido tolerable.
Shakespeare en su Hamlet expresamente alude a nuestra cobardía ante la conciencia del ser y no ser y de cómo es mejor tolerar los dolores y las penas que tenemos, que volar hacia las desconocidas.
Sin embargo, si lo pensamos bien, somos un atado de contradicciones que jamás resolveremos del todo y, mejor aún, son esas contradicciones las que hacen a los seres humanos y a las relaciones entre ellos tan fascinantes e impredecibles.
Soy valiente y cobarde. Soy generosa y egoísta. Soy buena pero a veces puedo ser tan mala. En fin, son las contradicciones las que nos hacen humanos. Las vacas y los toros se enojan cuando algo les molesta, de lo contrario comen pasto pacíficamente como si nunca fuera suficiente. Son más predecibles que nosotros, los seres humanos. Y también son más comprensibles.
En las relaciones humanas hay una fantasía permanente de que el otro sea predecible. Lo contrario nos da miedo. Sin embargo en las relaciones de verdadera intimidad lo que hace al otro fascinante son sus contradicciones. Es como la sal y la pimienta de la amistad y el amor.
No estamos hablando de la locura, donde alguien en cualquier momento es capaz de ser o parecer otro. Hablamos de los seres humanos sencillos y corrientes. Dan notas diversas, sorprenden, tienen reacciones inesperadas. Son y no son un montón de reacciones, generalmente esperables, a veces sorprendentes.
La dificultad de la vida actual ha hecho que las contradicciones de cada ser humano se hayan convertido en defectos. Queremos predictibilidad, queremos certezas. Y es normal que las busquemos, porque no tenemos ni tiempo ni espacio para sorpresas.
Es una pena que así sea. Porque, en rigor, lo que hace a un ser humano sano y le da la posibilidad real de vivir en cierta paz es tener permiso para ser como es. Y no existen seres humanos sin contradicciones. Y las relaciones profundas se fundan en la capacidad de conocernos y expresarnos enteros.
Somos contradictorios. Lo somos.
Entonces, mejor seámoslo gozosamente.