Después de dos obras del Premio Nacional Jorge Díaz, "Me cargan los optimistas" es el tercer estreno anual de este espacio que acertó en el nicho de público al que destina su oferta, el de los adultos mayores. Ahora apuesta por un título foráneo, una comedia sentimental y de enredos familiares con la cual su autor Ivan Calbérac (hoy de 47 años, también guionista y director de cine) le dio con el palo al gato. Tras dos temporadas en cartelera en 2012 y 2013, el mismo Calbérac emprendió su versión cinematográfica, otra vez con entusiasta acogida en la taquilla francesa.
"La estudiante y el señor Enrique", su bautizo original, es típico 'teatro de bulevar' parisino, un divertimento que no tiene más pretensiones que complacer a sus espectadores con una intriga simple, hecha de personajes y situaciones fácilmente reconocibles, miradas a través de un humorismo amable, nada por cierto que sea sutil o corrosivo.
A un gruñón jubilado casi octogenario, viudo hace tres décadas y delicado de salud, su hijo lo convence de que subarriende una pieza de su departamento a un universitario; así estará acompañado además de tener un ingreso extra. Hay graciosos momentos al comienzo que describen las dificultades de comunicación y convivencia entre el mañoso y cascarrabias Enrique, quien no entiende ni acepta a la juventud actual, con la estudiante que toma como inquilina. Parece que ese va a ser el eje del relato, pero luego este vira hacia una maquinación del vejete entre pícara y malévola: a cambio de unos meses gratis de arriendo, la linda chica deberá seducir al hijo para separarlo de su nuera, a quien él detesta.
En 90 minutos, los 10 cuadros en que se desarrolla la historia fluyen sin tropiezo, un engranaje que calibra con mano firme su director, Jesús Codina. Su cuarteto de comediantes anima la trama con solvencia y simpatía, aunque en rigor el rol de la muchacha luce algo reiterativo como estereotipo de la rubia que se hace la tonta e ingenua (y el personaje parece tener una arista más "dark" que aquí no aflora para nada). Este tipo de teatro entra también por la vista, así que el espectáculo cuenta con una escenografía y vestuario de cuidado buen gusto.
Bien dispuesto, el público da la impresión de disfrutar el ameno resultado. Sin embargo también se debe acotar que este -a veces predecible por su abundancia de clichés- es de esos divertimentos que no exigen ningún desgaste intelectual ni emotivo; algo sobre lo cual no hay gran cosa que decir y se olvida apenas se oyó el último aplauso.
Teatro Centro Cultural de Las Condes. Viernes y sábado a las 20:00 y domingo a las 19:00 horas, hasta el 12 de noviembre.