Alicia Fenieux ha convertido las distopías futuristas en el espacio preferido de las ficciones que ha publicado entre el año 2010 y el 2014. El futuro de las tecnologías, las realidades y comunicaciones virtuales, los dobles, la procreación en laboratorios, las reencarnaciones y eutanasias programadas, la adquisición de embriones humanos, los implantes de recuerdos y las gestaciones en serie son algunos de los motivos más destacados en sus inquietantes y entretenidas historias. Mirándolos desde el presente se podría decir que en mucha medida constituyen también el camino progresivo hacia Amor de clones , su última novela. En sus relatos anteriores, las situaciones que acabo de enumerar daban fuerza al desarrollo de los acontecimientos, pero en este se convierten en los elementos configuradores del espacio que rodea al conflicto central. Merecidamente, Amor de clones ha obtenido el premio a la mejor novela inédita del año 2016 otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Después de vivir una infancia desvalida y miserable, Cuinsara Farsán, una mujer de arrolladora belleza natural e innato talento histriónico, ha logrado triunfar sobre todos los obstáculos y se ha convertido en la actriz cinematográfica más famosa del siglo XXI. Pero el envejecimiento de su cuerpo es algo que no puede vencer. Cuando cumple 61 años decide clonarse para prolongar su belleza más allá de la muerte inevitable. De sus tejidos se desarrollan dos muchachas, Kira y Melina, quienes heredan la perfección de la belleza de Cuinsara y son "tan reconocibles la una en la otra como un mismo actor que interpreta papeles distintos". La voz narrativa, sin embargo, nos advierte desde la escena inicial de la novela que bajo su extraordinaria identidad física se ocultan poderosas diferencias de personalidad. Kira ha heredado el lado oscuro de Cuinsara, la crueldad nacida de su infortunada infancia, su rebeldía y su voluntad de individualismo; Melina es todo lo contrario: trata de imitar infructuosamente a quien le dio vida, se convierte en una actriz mediocre y evita las emociones que puedan alterar sus sentimientos. Es, además, la preferida de Cuinsara.
El relato se inicia cuando las gemelas tienen 30 años y Cuinsara ha fallecido de una manera tan grotesca que ha dejado públicamente al descubierto la artificialidad que ocultaba su persona (episodio del cual el lector se enterará más adelante en la narración). A partir de aquí, el relato avanza alternando los episodios que tienen lugar en el tiempo presente con distintos momentos del pasado que justifican los imprevistos acontecimientos que cerrarán la historia de las dos clones gemelas. La novela de Alicia Fenieux no ofrece, en este aspecto, un argumento que se caracterice por la complejidad de las situaciones que lo forman ni de las pasiones de sus participantes. La historia se construye solamente con tres personajes: Cuinsara, Kira y Melina, y de estas Melina tiene menor presencia narrativa. Los demás ocupan lugares secundarios o pertenecen al decorado. Incluso Itan Wein, una figura que funciona como el gatillo que orienta el desenlace de la historia, nunca pierde su lejanía y queda más bien en el nivel de lo indefinido frente a los ojos del lector. La novela adquiere así un dinamismo narrativo que no desfallece nunca y que colabora con indudable efectividad a que el lector no pierda de vista el propósito con que Alicia Fenieux ha imaginado su relato: indagar los límites de lo humano y de lo artificial en una sociedad futura que la voz narrativa describe como triunfo de la ciencia y la tecnología. Al respecto, es interesante la progresión y la involución que sufren los tres personajes principales del relato: mientras vemos a las clones avanzar, voluntaria o inconscientemente, hacia un estado de humanidad, Cuinsara retrocede hacia la deshumanización y la mecanización propias de una cultura de pesadilla.