Hay personas fuera de lo común que con su pensamiento y su acción cambian las vidas de otros, dejan una impronta poderosa en quienes los conocieron, pero, además, son capaces de reunir a otros en torno suyo y promover una nueva visión de una actividad tradicional y transformar la perspectiva con que esa actividad se relaciona con el pasado y con el presente. Son los genios innovadores.
Por cierto que se dan dentro de cierto contexto histórico, pero es su personalidad, su particular libertad de pensamiento e ímpetu creador lo que da lugar a que una disciplina, un área del conocimiento o una forma social den un salto hacia adelante, un giro o inflexión que las abre a nuevos tiempos. Es el caso en Chile de Alberto Cruz Covarrubias y la arquitectura. Este año se cumplen cien años de su nacimiento, que se celebran con una estupenda exposición en el Museo de Artes Visuales de Santiago, la cual permite a quienes no lo conocieron calibrar la enorme medida de su figura e, incluso, para quienes lo conocieron y estuvieron más cercanos a su influjo innovador, sorprenderse con facetas menos visibles de su compleja y rica personalidad.
Cruz Covarrubias (1917-2013), como joven profesor de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Santiago, empezó tempranamente a dar que hablar como el promotor de una nueva manera de enseñar la arquitectura, tras la cual postulaba una poderosa reformulación del vínculo de esa disciplina con la ciudad y con las vanguardias artísticas en poesía, pintura y escultura y las nuevas tendencias del pensar filosófico. En 1952, junto con un grupo en que sobresalen Godofredo Iommi, Miguel Eyquem, José Vial, Francisco Méndez, Fabio Cruz, Arturo Baeza y Jaime Bellalta, se traslada a Valparaíso y refunda la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, generando un movimiento intelectual y artístico fascinante que se prolonga vitalmente hasta hoy.
De esa aventura no solo emerge una escuela de arquitectura con un original plan de estudios que influirá en la visión de la arquitectura en Chile, Hispanoamérica y Europa, sino también una reflexión acerca de América, que incluyó viajes -travesías-, un poema fundante -Amereida- y la creación en Ritoque de una curiosa comunidad que es a la vez ciudad, centro de estudios y punto de encuentro artístico y ritual.
La exposición en el MAVI, que estará abierta hasta mañana, curada por la Fundación Alberto Cruz Covarrubias, es una oportunidad única para aproximarse a la figura y obra de este gran creador y pensador chileno, al movimiento que dio origen y gozar con la exposición, una obra de arte ella misma, que incluye, además de memoria y homenaje, la impresionante revelación del Alberto Cruz pintor y artista visual contemporáneo.