Quizás el debate más interesante que no va a celebrarse en esta campaña tiene que ver con la jubilación del llamado modelo de Chicago por el piñerismo. Mauricio Rojas lo planteó crudamente: la idea de proteger a la clase media, que articula el programa electoral de Chile Vamos, rompe con la visión de la Escuela de Chicago de que la política social debía "focalizarse estrictamente en los más pobres y vulnerables".
Entre los liberales de derecha, las palabras de Rojas sonaron brutales. "Mandó el modelo a Punta Peuco", dijo un líder de la UDI. Gonzalo Blumel, jefe programático de Piñera, prefirió hablar de "una evolución" en vez de una ruptura con el modelo. Lo cierto es que el programa de Piñera se encuadra en un territorio donde están cómodos desde el conservadurismo tradicional al socioliberalismo. Es un elenco de propuestas que podrían suscribir Mariano Rajoy (PP) y Albert Rivera (Ciudadanos) en España, Angela Merkel (CDU) en Alemania o Emmanuel Macron (En Marcha) en Francia.
Rojas dice que "lo que el programa plantea es el inicio en serio del Estado de Bienestar chileno". Pero las premisas del programa de Chile Vamos indican que no se trata del Estado de Bienestar asistencialista, al modo que existe actualmente en España o en Italia, sino de un nuevo ideal que ha ido cuajando en los últimos años en la Unión Europea, especialmente de manos de los democratacristianos alemanes: el Estado de Bienestar como asegurador de riesgos. La diferencia es que el primero le dice al ciudadano "yo me encargo de educar a su hijo", mientras que el segundo le dice "yo le voy a ayudar si por alguna razón usted no puede educar a su hijo".
La apuesta del programa de Chile Vamos es arriesgada porque un Estado de Bienestar mal diseñado puede convertirse en el sitio perfecto para que la clase media capture recursos que de otro modo no tendría. Sucede en España o Italia, países donde habitualmente la OCDE alerta de que la redistribución de ingresos se queda en la clase media (que tiene más recursos para hacerse con ellos) y no llega a los más pobres o débiles. La clase media es clave en la estabilidad de las naciones y su condición moral, una cuestión crítica. Seducirla con el asistencialismo es un atajo con indeseadas consecuencias.
En Europa, con Estados de Bienestar extensos, el nuevo ideal "asegurador" supone reducir su tamaño e integrar otros factores, como la competencia y la provisión privada de servicios públicos. El objetivo final es convertir unos Estados de Bienestar difíciles de financiar en otros sostenibles en un mundo globalizado.
Chile, en teoría, partiría del otro lado. Sin embargo, su Estado, aunque hoy nadie lo llama de Bienestar, también tiene serios problemas financieros. De hecho, presenta un déficit fiscal importante. ¿Y esto cómo se explica? Por la sencilla razón de que la propaganda es más duradera que los hechos. El Chile de 2017 no se parece en nada al país del modelo de Chicago de los años 80. No solo se han extendido los beneficios económicos a todas las capas de la población, sino que se ha creado una frondosa legalidad. El país donde se podía crear una empresa en horas y el empresario tenía la sartén por el mango es un mito. Y la política, con sus costes añadidos, también se ha hecho presente a todos los niveles. No tenemos un Estado de Bienestar, pero sí hemos visto desarrollarse cabalmente el bienestar del Estado.