"Que Dios y la Virgen iluminen a los dirigentes de la Universidad Católica para que Mario Salas se quede en el club, porque les ha dado un bicampeonato". Después del clásico -donde la UC fue superior a la U, pero igual perdió- y apelando a su estilo singular, Ángel Guillermo Hoyos le endosó la responsabilidad por la continuidad del Comandante no a los dirigentes cruzados, sino a sus superiores.
Es injusto, por cierto, porque Juan Tagle y los cruzados caballeros que lo acompañan deberán tomar una decisión con los pies bien puestos en la tierra y sin que la fe se apodere de su razón. Hoyos, Salas y, en general, todos los entrenadores saben que el pasado es importante, pero que nunca será tabla de salvación cuando las crisis arrecian, a no ser que te apellides Wenger y seas un francés entrenando en Londres.
La UC vive su peor campaña en mucho tiempo, y eso ha provocado que muchos nombres hayan saltado a la discusión, desde Juan Antonio Pizzi a Miguel Ramírez, sin que, como suele ocurrir, se pueda discernir cabalmente la verdad de la fantasía. La pomposa entelequia del "proceso" que se utiliza en San Carlos para referirse al proyecto futbolístico tiene altos y bajos en los últimos años. Podrán felicitarse por el bicampeonato y la promoción de algunos juveniles, por cierto, pero era evidente a comienzos de temporada que habían contratado equivocadamente para renovar el plantel y encarar adecuadamente la Copa Libertadores.
Como Mario Salas hizo lo que todo técnico bien nacido debe hacer -respaldar las decisiones directivas y de su gerente técnico-, debe asumir resignadamente su responsabilidad, pero el volumen ofensivo de esta escuadra es significativamente inferior al de años anteriores, por más que nadie previera el descalabro del "Tanque" Silva. El cuadro no tuvo sorpresa ni intensidad, y mucho menos jerarquía para salir del pantano, por más esfuerzos que se hicieran en la pizarra.
Las señales a veces son muy claras. Johnny Herrera, después de la victoria, por ejemplo, dijo dos verdades tan enormes como sus tapadas en el clásico. "No estamos jugando como queremos" y "somos un equipo muy veterano; nos cuesta recuperarnos". Cosas demasiado evidentes que deberán ser tomadas en cuenta para Copa Libertadores. En el discurso místico y abrazador de Hoyos son dos factores que no se toman en cuenta, pero es evidente que a la U le falta fútbol y les está mermando el físico.
Para el medio nacional le alcanza, y de sobra. Pero en la Copa, así como están, deberán encomendarse a los santos. Lo que es un decir, claro, porque los que tienen que iluminarse son los que tienen la chequera.