La moda y la indumentaria se han convertido en las últimas décadas en un atractivo objeto de estudio, como particulares testimonios de culturas y cosmovisiones. También los peinados y cabelleras a través de los siglos han atraído la atención de algunos investigadores.
Frondosos o severos, largos o cortos, ondulados o lisos, los pelos hablan de los rasgos de distintas épocas y sociedades. Dicen mucho, además, de la personalidad de personajes históricos como Cleopatra, Julio César, Isabel I de Inglaterra -pelirroja hasta que quedó calva-, María Antonieta, Napoleón o Einstein.
En el reino de Chile, famosa fue la cabellera larga y colorina de la impetuosa Catalina de los Ríos y Lisperguer. Su apelativo de Quintrala hace referencia al encendido color rojo de la flor del quintral, la planta parásita que crece en los árboles de Chile.
Algunos estudios han subrayado cómo, en el transcurso de la historia, las mujeres en el poder tienden a emular los rasgos de los peinados e indumentarias masculinas para reforzar su poderío. Partiendo por la mítica reina egipcia Hatshepsut-quien levantó uno de los más hermosos templos de Egipto- que se representaba con la característica barba de los faraones.
En su libro reciente "Power dressing", su autor, Robb Young, argumenta que, para ejercer el liderazgo, las mujeres todavía deben tener un cabello no demasiado sexy o femenino. En palabras simples, para Rapunzel sería difícil ejercer un cargo político. Parece resultar clave que los peinados de las mujeres que buscan liderazgo político no se extiendan más allá de sus hombros. Cortos, pero no tan masculinos y más bien lisos. Las primeras damas, en cambio, gozan de más libertad en materia capilar.
Angela Merkel, Christine Lagarde, Theresa May y Michelle Bachelet ejemplifican esta tendencia mayoritaria. Las excepciones son pocas, pero las hay, como Cristina Kirchner y la ex Primera Ministra ucraniana Yulia Timoshenko, quien trenzaba su largo pelo y lo tomaba en su cabeza
Para Hillary Clinton, su pelo ha sido un calvario. Cambió de estilo en múltiples ocasiones -incluidos cintillos, pinches y ondulaciones-, lo que le significó críticas por su "falta de estabilidad". Para las últimas elecciones optó por modificar su peinado por uno corto y simple."La idea es que su pelo nunca fuera tema", explicó su estilista. "Presten atención a sus cabelleras; si no lo hacen, todos los demás lo harán", recomendó Hillary Clinton a unas graduadas de Yale.
A pocas semanas de las elecciones chilenas nuestras candidatas parecen inscribirse en los preceptos para mujeres con poder. Beatriz Sánchez con su peinado corto, y Goic con su melena hasta sus hombros ¿Llegará el día en que habrá candidatas presidenciales con pelos largos y frondosos? ¿O que las cabelleras no sean objeto de escrutinio?
Difícil. Si no, pregúntenle a Donald Trump.