El tenor Gonzalo Cuadra lleva años dedicado también a la dirección escénica, en general en teatros de regiones. Es ahí donde ha dado curso y brío a su ingenio, en producciones que llevan su sello tan personal y en las que observa las tramas y los personajes de las óperas desde una óptica diferente. Así ha sido con títulos como "La Traviata", "Don Giovanni" o "Acteón", por nombrar solo algunos.
Esta vez, en el Teatro Municipal de Temuco, sus ideas sirven a una desopilante versión de "Così fan tutte" (Mozart), cuya trama urde un enredo de infidelidades que se presta para desarrollar un juego lúdico, divertidísimo de principio a fin, incansable en ocurrencias y cientos de detalles que involucran a fondo el talento actoral de los cantantes, incluidos baile individual y coreografías grupales que hasta recuerdan "El lago de los cisnes".
Con una habilidad pasmosa para "mover" la escena, Cuadra traslada la acción a los años 70 del siglo XX, y allí Fiordiligi y Dorabella son algo así como ex egresadas de una universidad acreditada, mientras que sus novios son "de otro pelo" y están dispuestos a apostar por la fidelidad de sus prometidas.
Con vestuario de Tatiana Messina e iluminación de Patricio Pérez, a veces con la acción delante de la cortina y otras propiamente en el escenario, el cuento avanza de manera vertiginosa, sin jamás cansar. Cuadra tiene aciertos notables: el coro (director Daniel Farías) canta desde la parte de atrás del teatro, sin intervenir en medio de los seis protagonistas, produciendo una atmósfera sonora envolvente; hace participar a la orquesta en las transiciones dramáticas y en algunos guiños de comedia (la alusión a la marcha nupcial de "Lohengrin", por ejemplo), y aborda directamente la parodia de las llamadas arias di simili (de comparación) de la antigua ópera seria al momento de cantar "Come scoglio", con Fiordiligi haciendo "su escena" mientras los demás personajes se convierten en su público.
Es verdad que en este gran divertimento se olvida un tanto el cinismo de la historia, como también la decepción respecto del amor que esta trasunta, pero el espectáculo funciona.
El director David Ayma y la Orquesta Filarmónica de Temuco se sumaron con entusiasmo a sus ideas, y aunque el sonido mozartiano, su precisión, equilibrio y simetría se escucharon algo borrosos, tuvo momentos logrados, como el trío "Soave sia il vento" y el sexteto "Alla bella Despinetta".
Cada cantante del elenco mostró su valor. Partiendo por el excepcional Guglielmo del barítono Rodrigo Quinteros, musical y muy buen actor, quien fue el ganador de la segunda versión del Concurso de Canto de San Pedro de la Paz; se trata de un talento que hay que aprovechar y que hay que dar a conocer.
Aunque más adecuado a Rossini que a Mozart, estuvo bien el tenor argentino Iván Maier (Ferrando), de timbre algo ingrato; la soprano Paulina González cantó una estupenda y segura Fiordiligi; Nancy Gómez (Dorabella) no convenció tanto por su voz como por su actuación; fue exquisita la Despina de Jenny Muñoz, adorada por el público, y Cristián Moya condujo su canto con nobleza mientras desplegaba todo su talento histriónico y dancístico como Don Alfonso.