Temblor, el fenómeno sísmico inherente a nuestro país, resulta el título de una serie de exposiciones simultáneas en algunos museos capitalinos y porteños, en algunas galerías, universidades, instituciones e institutos culturales extranjeros de Santiago y hasta en una estación del Metro. Organiza la 13ª Bienal de Artes Mediales, participando autores nuestros y venidos del exterior. A juzgar por lo que muestra solamente nuestro Bellas Artes -al fin y al cabo el principal museo nacional-, el conjunto resulta una miscelánea de trabajos, donde el aparataje electrónico tiende a dominar sobre la calidad de las obras presentadas. Hay excepciones, por supuesto. Así, tenemos dos extremos, de mérito diverso que vale la pena destacar: el indudable valor abstracto del japonés Norimichi Hirakawa y el hiperrealismo anecdótico del estadounidense Lori Nix. El primero aporta un gran video en blanco y negro con una especie de estallido, de desintegración de la materia, quedando esta reducida a diversos fragmentos muy finos, dentro del dinamismo incesante de un cambio permanente bajo incesantes bombardeos de luz. Este trabajo, sin duda el más atractivo del conjunto, tiende a provocar en el espectador un efecto visual de visceralidad transfigurada, que oscila entre los mundos cósmico y microscópico. Las seis fotografías multicolores y que no pierden detalles de Nix, en cambio, muestran los efectos materiales más evidentes de un terremoto en una nación ultra desarrollada. La instantánea sobre la arena que penetra, a la vez devastadora y germinal, en un abandonado vagón de locomoción colectiva se convierte en la visión más interesante del autor.
Precisamente, también labor fotográfica y asunto similar constituyen las trece pequeñas láminas -otrora mural callejero en la fachada del Instituto Goethe- de Basco Vazko. El talentoso creador nacional de grafitis nos entrega, a través de un marcado claroscuro y sin necesidad de color, testimonios incisivos de la destrucción sísmica en un cementerio. Mucho más indirecta, la argentina Mariana Najmarovich cuelga tres estampas, mediante un en extremo delgado soporte acrílico, fotos con escenas de guerra, fragmentadas en rectángulos pegados entre sí y leve monocromía en dos de ellas. Paz Ortúzar completa el número de los participantes dignos de considerar. Instala, pues, una hilera de palos que unifican leño natural y madera de desecho, pintados parcialmente con anillos de colores diversos. Si tales personajes provocan cierta asociación tribal, asimismo poseen un vigor grotesco en su amalgama con el video fijo y en formato chico de un pez, al parecer, durante sus últimos estertores; dentro del resto de la obra, sobran el tambor rojo y su vasija anexa. Por su parte, Hugo Marín ofrece siete fantasías volcánicas, en madera y cerámica, bastante diferentes a lo que de su producción conocíamos.
La Municipalidad de Santiago vuelve a rescatar uno de sus espacios de exposiciones: la Posada del Corregidor, cerrada durante cuatro años por efecto del último terremoto. Y lo lleva a cabo, desde este mes, con una doble exhibición. Una junta dos instalaciones (2016) de Ismael Frigerio. De evidente sentido simbólico, ambas utilizan variaciones de un mismo tema pictórico y de agrupaciones de libros viejos bañado en cera. Estos últimos yacen colocados dentro de canoas o de estanterías siempre de hojalata. Una gran pintura representa, cada vez, llamas ardientes y enigmáticos óvalos blancos. Los conceptos de cultura, de traslado, de viaje parecen imponerse; por lo demás, ideas permanentes en la obra del artista. De los dos trabajos, no obstante, la construcción con los textos en las embarcaciones y su respectivo elemento pictórico con los fuegos dispuestos en triángulo, que semeja una nave, resulta el mejor logrado y más rico en expresividad.
La todavía veinteañera Camila Lobos es la segunda expositora. Se trata de tres amplios círculos (2017), en los que un texto calado en sus marginales aros de metal respectivos experimenta diferente gradación luminosa. El concepto de límite entre centro y periferia resulta aquí decisivo. La culminación visual de estas ejecuciones se produce en la tercera circunferencia, bello contraste entre refulgente aura verde y opaco rojo violáceo.
Galería XS presenta pinturas recientes de Natalia Babarovich. Su particular figuración de pincelada muy suelta, como desparramada y con porciones solo insinuadas, en dos casos recurre a una coloración de verdes fuertes. Uno testimonia un bosque decadente y acuoso, donde los árboles moribundos dialogan con un curso de aguas estancadas. El otro sabe armonizar tres imágenes: un artificial laberinto visto desde lo alto, el rincón del anterior ahora con personaje humano, para concluir con una negra mancha feroz que parece buscar la anulación del desarrollo figurativo. Argumento muy diferente es el de la pareja en azul y negro que inspecciona una especie de inmediata bóveda arquitectónica.
Temblor
Dispar conjunto con la temática del fenómeno sísmico
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 5 de noviembre
Entre náufragos y luces
Doble instalación de Ismael Frigerio y obra luminosa de Camila Lobos
Lugar: Galería Posada del Corregidor
Fecha: hasta el 28 de octubre
Vigor del verde en Natalia BabarovichLugar: Galería XS