El presentismo es la magnificación del presente en desmedro de la temporalidad en que se desenvuelve la vida, la que nos vincula con nuestros orígenes y nos pone frente al futuro.
El mal que señalo es difícil de detectar porque sus síntomas se van manifestando muy de a poco, y porque normalmente aparece envuelto en un manto de beneficio presente que nos ayuda a eludir la dureza de la vida. Pero todo indica que ya está entre nosotros caracterizando el momento y la sociedad en que vivimos. Un ejemplo es la acción de este gobierno que elude sistemáticamente toda proyección futura, a pesar de que habla mucho del legado que pretende dejar al país.
Ya se ha señalado que sus medidas económicas limitan seriamente las proyecciones de las actividades empresariales y de quienes desean abrirse un camino propio en la vida. Pero es en la educación donde más se percibe este problema. Precisamente porque es la que más relación tiene con el futuro más lejano. La formación de las nuevas generaciones constituye un campo donde sus efectos se verán en el muy largo plazo y, por lo mismo, aparece liberado del necesario contraste con la realidad inmediata y con la polémica que suscitaría. Esto permite planteamientos muy discursivos sin mayor costo para sus impulsores.
Se ha generado un encadenamiento que estanca. La desatención por los primeros años de la formación; las regulaciones impuestas a establecimientos de educación básica y secundaria, que más parecen una reforma agraria en cuanto que apuntan a la estatización de la propiedad y al control de las personas que se desempeñan en esos niveles; la demolición soterrada de las universidades, que se irán degradando sin reversión y sin espectacularidad, lo que dificultará las medidas de corrección en el futuro. Y nada se ha hecho para reforzar la labor de los profesores y superar los problemas de aprendizaje. Se suman los problemas y escándalos del Sename, que muestran un desamparo completo de los niños que van quedando al margen de la sociedad.
El presentismo cercena los anhelos y las oportunidades que toda sociedad necesita para alcanzar su desarrollo natural. Es el producto del socialismo: en la Unión Soviética y Cuba la propaganda trataba de convencer de las maravillas de su presente, tal como ahora en Venezuela, lo que se completa con la distorsión del pasado. Las sociedades abiertas, en cambio, lo son no solo geográfica y políticamente. También necesitan de un pasado reconocido y tener una mirada y proyección al futuro.