"La verdad, como es relativa, se supera a sí misma, y se menosprecia a sí misma. Norte y sur, este y oeste; arriba y abajo. Hombres y mujeres, niños y ancianos en el oeste interminable que al ser captado por una pupila insomne, inteligente, se convierte en verdad. No la verdad de la que uno dice sí, es verdad, sino aquella de la que uno solo mira hacia abajo y mueve la cabeza levemente, o si acaso dice no, es verdad. En esta afirmación/negación está consumada la base de una verdad que, para mí, podría ser la verdad más grande del mundo, el engaño más encantador, y lo único que importa en el campo de la indisciplina. Sí, esto es el oeste, yo vivo aquí. Sé lo que pasa."
El párrafo anterior pertenece a
Mi novia preferida fue un bulldog francés , décimo libro de Legna Rodríguez Iglesias (1984), joven, talentosa y extremadamente versátil escritora cubana, que hasta la fecha, y a juzgar por los premios que ha obtenido, ha incursionado con éxito en la poesía, el cuento, el teatro, los relatos para niños y la novela, por nombrar solo algunos de los géneros literarios que ha abordado. En rigor,
Mi novia preferida... no cabe dentro de ninguna categoría específica, lo que nada parece importarle a la autora, quien se encarga, ella misma o su innominada protagonista, de repetir, una y otra vez, que lo que el leyente tiene ante sí es inclasificable, que no debe entenderse como novela, que podría ser una crónica mitad ficticia, mitad real; en suma, que podría ser cualquier cosa.
Despejada entonces la incógnita acerca de lo que no es este texto, tampoco tiene mucho sentido esforzarse en clasificarlo o en otras palabras exponer lo que es. Para efectos prácticos, diremos a la pasada que se trata de muchas y muy variadas cosas, cada una expuesta en forma inteligente, a veces hilarante, por lo común atrevida, todo lo cual es, en términos relativos, claro está, una cuasi hazaña:
Mi novia preferida... es breve, Rodríguez Iglesias es extremadamente deslenguada y desinhibida y, como lo acabamos de decir, los asuntos son tantos que es menester resumirlos para tratar de entender de qué se trata este curioso volumen.
Sin ninguna duda, estamos ante una reflexión paradójica en torno a lo que hoy por hoy es vivir y trabajar en Cuba para un hombre o una mujer de letras (o para una mascota pensante, pues al final resulta que quien ha llevado la voz cantante es el perro del título). Es imposible que
Mi novia preferida... , en cuanto material novelesco, pudiese haber sido concebido en otro país que no fuese la isla caribeña. Y la visión que Rodríguez Iglesias nos entrega acerca de su patria es, a diferencia de lo que dice la mayoría de sus contemporáneos, refrescante, positiva, muy irónica, aunque también muy amable. La gente con quien se relaciona la narradora lo pasa bien, se mueve de un punto a otro sin mayores problemas, cometen delitos menores sin ser castigados -esto puede ser muy discutible en una dictadura tan vigilada, pero diversos hechos de
Mi novia preferida... se apartan de la ley-; en suma, Rodríguez Iglesias no denuncia nada ni a nadie y jamás profiere quejas contra el sistema, algo excepcional en estos días. Ahora bien, ella está en una posición privilegiada, puesto que la invitan constantemente a congresos en el exterior, lo que le sirve como pretexto para decir que son una broma, sus obras se publican sin censura y parecería que, en términos generales, posee libertad para decir lo que le da la gana.
Esto último es por supuesto una mascarada y basta con seguir entre líneas a
Mi novia preferida... para darse cuenta de que Rodríguez Iglesias no se engaña a sí misma, así como tampoco intenta estafar al lector. El escueto ejemplar se compone de 15 capítulos, todos precedidos por largos encabezamientos, siempre satíricos o absurdos, cada uno de ellos una historia diferente, relacionada, a veces de forma patente, otras de manera equívoca, con las secciones que la anteceden o la suceden. Al comienzo un hombre muere pasados los 90 años y asiste tranquilamente a su funeral en presencia de su innumerable parentela: "Aprendí que un hombre es un país. Aprendí que un país es un sistema. Aprendí que un sistema es un monstruo. Aprendí que un monstruo es un Dios. Aprendí que Dios no existe. Aprendí que Dios sí existe. Aprendí que yo no existo. Aprendí que yo sí existo. Aprendí que un hombre no puede irse, porque esta es su casa, esta es su madre, y este es su padre" y así, sucesivamente. En adelante la política, la sociedad, la cultura, la familia, la burocracia, el amor y el sexo -abundante, como era dable esperar- se entremezclan en diversos episodios, en los que una esposa infiel es asesinada, una joven sufre enfermedades venéreas de diverso tipo -por más que el diagnóstico sea falso-, las alusiones cultas -musicales, literarias, pictóricas- abundan hasta devorar la temática narrativa, y el producto final nos deja con una sensación difusa, si bien grata, con muchos deseos de saber más de lo que nos dan; en fin, con una impresión colectiva placentera aun cuando permanece el enigma de esa extraña nación que ahora es Cuba.
En el fondo,
Mi novia preferida... , pese ser un tomo escrito en primera persona, es inequívocamente una trama plural, en la que diferentes personas compiten entre sí, ora atropellándose, ora dejando espacio para perplejos interlocutores, por momentos bordeando el caos argumental y, a la postre, proporcionándonos un cuadro complejo y heterogéneo, a ratos deshilvanado e incoherente, por lo general satisfactorio.