A la última obra escrita y dirigida por Marcelo Leonart, "Noche mapuche", no le da notoriedad el conjunto de su propuesta. Más bien destaca e impacta por los furibundos 10 minutos al remate de sus dos horas totales; que obviamente buscan choquear al espectador, pero la suerte de 'panfleto subjetivo' resultante -si hay algo que pueda llamarse así, con poca meditación y argumentos, y mucha carga emocional- adquiere, dado el contexto, las trazas de un exabrupto escénico.
Consiste más que nada en un largo, laberíntico, a menudo confuso, y a fin de cuentas extenuante artificio que elucubra en torno al conflicto entre las mayorías dominantes y las minorías étnicas. Llegado el momento, la representación con su tono delirante de pesadilla jocosa, se detiene bruscamente. De frente al público el elenco pasa a exponer una solemne crónica recordatoria que se supone documental (aunque no lo es, el mismo texto lo admite), sobre el asalto y ataque incendiario al fundo Lumahue en 2013 por una veintena de activistas mapuches que culminó con el alevoso asesinato de sus dueños, el matrimonio Luchsinger, y sus cuerpos calcinados; para definir este crimen espantable como "un acto de purificación".
Puede que algunos aprueben, pero una buena parte del público está a esas alturas algo aturdido con lo que presenció antes, como para reaccionar más que con incredulidad y desconcierto. Porque se supone que lo precedente debería justificar la salida de madre, y no lo hace; esto, independiente de la posición que se tenga respecto a las reivindicaciones territoriales del pueblo mapuche.
Sucede en un encopetado departamento donde trascurre una fiesta íntima de alcohol y sexo. En vez de ir a los hechos los dueños de casa y la pareja de invitados se enfrascan en una interminable charla en que hacen recuerdos del pasado y cuentan sueños todos ligados a vejámenes y atrocidades cometidos por la clase privilegiada contra personas originarias. Hasta el punto en que es imposible determinar si lo que vemos es realidad, ficción o sueño, aludiendo a que en la cultura mapuche este último es otra forma de percibir el mundo real o de acceder a una dimensión distinta. La total incertidumbre alcanza a la pareja visitante que tal parece son unos desconocidos invasores del lugar, mientras los reclamos mapuches se asimilan a los de los nativos estadounidenses y de la raza negra. Así que en este plano mítico o simbólico, la arenga final vendría a refrendar el primitivo principio jurídico del ojo por ojo.
Desde la perspectiva puramente teatral, el montaje cuenta con un elenco competente, abundante movimiento escénico y de luces. Sin embargo la estructura formal carece por completo de tensión. Siendo una situación básicamente realista, el texto no logra articular verdaderos personajes (los que hay son solo voceros de un mismo discurso) y el lenguaje en vez de dramático, suena narrativo: se habla mucho y siempre de cosas que ocurrieron antes y/o fuera de escena. A Leonart le pasa otra vez: su resultado luce como la ilustración en el escenario de una fabulación literaria. Él es un teatrista de larga trayectoria, perjudicado por su triple militancia como novelista y libretista de TV, lo que ha marcado además extensos lapsos de alejamiento de las tablas. Hasta ahora Leonart no ha logrado equiparar su mayor logro, "Grita", de 2004.
GAM, Sala A2. Miércoles a sábado a las 20:00 horas. $8.000 general, $4.000 estudiantes y tercera edad.