La torre de marfil existe. Y sufrimos sus efectos. Por ejemplo, de quién más se acuerdan los candidatos a las próximas elecciones en estos días es de Eduardo Engel, presidente del pomposo Consejo Asesor Presidencial Contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción. Engel, una eminencia formada en la Universidad de Chile, en Stanford y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), ha sido el crítico más destacado de la financiación de la política en Chile con dinero privado.
Pero pocos candidatos hablan bien de las reformas de Engel ahora que las están sufriendo. Se podría suponer que se quejan porque se están corrigiendo vicios, pero la realidad es que las críticas tienen mucho que ver con que una cosa es la teoría y otra la práctica real. Lo llamativo es que los que más se quejan son los independientes o los que tienen conciencia de que la supuesta búsqueda de la igualdad de oportunidades se ha transformado en una manera de blindar a los políticos de siempre.
El senador Alejandro Guillier es uno de lo que se han quejado de lo pesada que ha quedado la pista para los independientes frente a los candidatos de los partidos. Ha dicho que habrá que hacer cambios y ajustar a la realidad las reformas a la financiación electoral. Pero él, precisamente, es uno de los que juegan con red de seguridad, puesto que es senador y su cargo no está en juego. Si pierde la elección presidencial, seguirá siendo senador.
En la práctica, un candidato a senador o diputado apenas puede tomar contacto directo con 9.000 personas a lo largo de la campaña y hay circunscripciones chilenas con más de 900.000 votantes. Este cálculo se basa en que para conversar con 100 personas hay que realizar cada día cuatro reuniones con 25 personas. Para llegar a 20.000 personas se necesitarían 8 meses de reuniones, pero la campaña solo dura 90 días. Así que muchos contactos son meros apretones de manos o se reducen a que el candidato apenas sea visto de lejos por el público. El contacto directo es económico, pero en circunscripciones grandes es prácticamente imposible.
La situación de los aspirantes, sean independientes o no, es muy compleja. Los incumbentes tienen muchas ventajas. Por ejemplo, los senadores que se presentan a la reelección cuentan con 19 millones de pesos para asesores que un aspirante no tiene. Mientras los candidatos no pueden hacer publicidad en medios (radios y prensa) antes de dos meses de la votación, los senadores en ejercicio pueden hacer perfectamente publicidad con la excusa de que solo están informando de su actividad parlamentaria.
Salvo en las redes sociales, no se pueden colgar imágenes de los candidatos antes de un mes de la elección, pero los incumbentes están casi todos los días protagonizando conferencias de prensa o haciendo declaraciones sobre los más variados temas por su condición de "autoridad".
Y aunque existen limitaciones para que un partido político no financie más del 10% del gasto de campaña de un candidato a senador, si este además pertenece al aparato del partido, puede ordenar los recursos destinados a la campaña de cores o diputados para favorecer su propia campaña.
Un candidato a senador que se presenta por primera vez y que pidió reserva de su identidad decía: "Si yo no procediera de una familia rica, no habría podido presentarme como candidato. Si la comisión Engel pretendía expulsar el dinero de la política para nivelar la cancha, ha conseguido todo lo contrario. El que no tiene dinero no cuenta con la más mínima posibilidad de poner un pie en la cancha".