La señal que me ha parecido más preocupante en medio de la crisis futbolística de la selección es que el viaje a Europa de Juan Antonio Pizzi no fue una respuesta al pésimo rendimiento de la doble fecha anterior. "Estaba planificado de antemano", dijo el seleccionador, echando por tierra la sensación de que se trataba de una medida que buscaba remecer al plantel, en la antesala de su jornada más tensa de los últimos años.
No fue para buscar un remezón, está claro. Tampoco fue para hablar de tácticas, porque si a los jugadores que visitó no les habló de la marginación de Marcelo Díaz, difícilmente pudo mostrarles una pizarra con el nuevo esquema de la Roja. La ausencia de un hombre tan importante en el armado y la salida del equipo habría sido un tema preferencial, si de hablar de fútbol y estrategia se trataba. Pero como no se mencionó tamaña modificación, quedó claro que la charla no pasó por ahí.
No es un tema menor. La marginación de Díaz, la lesión de Aránguiz y los problemas físicos de Pedro Pablo Hernández obligan a hacer el cambio más trascendente e importante en el mediocampo desde que asumió Sampaoli. Cuesta recordar las circunstancias en que tres de los cuatro volantes que le dan tono e identidad a este equipo no estuvieron en la cancha, por lo que el diseño pasa a tener una gravitación fundamental en el trabajo. Y eso debiera significar más horas de entrenamiento, videos, pizarra y conversación. O sea, más concentración en Juan Pinto Durán, pero aparentemente aumentar las horas de trabajo es un tema que tampoco se conversó en el periplo.
Si Pizzi se reunió con Claudio Bravo, el capitán, y no fueron capaces de concordar una visión única sobre la motivación del equipo, es porque de otra cosa deben haber hablado. El discurso del entrenador es tan drásticamente discordante sobre la humildad y el trabajo con respecto al que pronunció el portero, que llama la atención. Es evidente que el análisis de lo que pasó ante Paraguay y Bolivia no es compartido por el entrenador y los principales futbolistas de su escuadra, lo que podría no ser malo ni extraño, siempre y cuando a Pizzi no le molesten las discrepancias públicas, lo que está en entredicho tras la marginación de Díaz. Lo concreto es que aparentemente de eso tampoco se conversó.
Dijo el director técnico que no era un hombre de tomarse fotos, sino de carácter y proceder más bien reservado. Y le creemos. Lo que cuesta adivinar es el verdadero propósito del viaje, si no hablaron de motivación ni de táctica, ni consensuaron un diagnóstico de los problemas.
Estamos a 180 minutos -quizás muchos menos- de conocer nuestra suerte en las clasificatorias. No dependemos de nosotros mismos y, para aumentar la tempestad, habrá que buscar una nueva estructura para el bloque central de un equipo que se acostumbró a jugar con el mismo padrón. En los momentos de crisis, el manejo de los liderazgos es fundamental, y en ese sentido, los últimos movimientos de su entrenador no han sido afortunados ni transmiten tranquilidad. Mucho menos sabiduría.