Los relatos que Rosario Moreno ha reunido en
Cuentos bipolares , su primer libro de ficción, están meticulosamente concebidos según los cánones de la estructura del género. No es de extrañar. La solapa del libro nos informa que, además de trabajar en varios medios de comunicación, la autora ha participado también en talleres de escritura y literatura. Pero como he expresado en varias oportunidades, a veces la práctica guiada por la teoría se convierte en obstáculo que impide otorgar vida y fuerza a los conflictos de los seres humanos que configuramos con las palabras. Me parece que la escritura de Rosario Moreno queda más cerca de lo primero que de lo segundo. No hay fallas formales que pudieran llamar la atención de los lectores en la construcción de los mundos imaginarios contenidos en
Cuentos bipolares , pero de ellos destila una indudable ausencia de calor humano. Los comportamientos de la mayoría de los personajes no poseen esa aureola de autenticidad que deben exhibir aun en los relatos más maravillosos o fantásticos, de los cuales hay varios en el volumen. En lugar de eso, asumen actitudes demasiado rígidas, casi normativas, que parecieran ejemplo de las ideas que la autora maneja al escribir. Esto último no tiene nada de malo, por supuesto, pero el lector no debiera percibirlo. Los personajes de
Cuentos bipolares no pueden zafarse de los límites de un diseño previo y hablan como si estuviesen recitando un guion aprendido de memoria. Las palabras con que un maníaco depresivo describe los síntomas de su condición, más que nacidas de una mente inestable parecieran provenir directamente de un diagnóstico psiquiátrico ("El origen"). Es cierto, eso sí, que en uno u otro cuento el lenguaje de algunos personajes hace resonar el eco de las voces coloquiales que escuchamos todos los días, como sucede, por ejemplo, en los diálogos que sostiene el enano de "La conferencia". Pero por lo general, la índole de sus palabras imaginarias no escapa de la incómoda sensación de frialdad que domina sobre el conjunto.
No quiero decir que los
Cuentos bipolares sean incapaces de despertar el interés del lector. Lo hacen, pero sin destruir la distancia que establecen entre el texto y su lectura. Los conflictos presentados son atractivos desde un punto de vista literario, pero no se apoderan de nosotros; no nos identificamos emocionalmente ni con ellos ni con sus participantes. Numerosos cuentos configuran situaciones del diario vivir que poseen mayor o menor familiaridad con nuestras propias experiencias cotidianas. La madre de la protagonista de "Chocolate" ha sido objeto de la conocida estafa del accidente de un familiar; el matrimonio de "Corte" reproduce un diálogo nocturno que quizás muchos lectores han vivido a menudo en su vida privada, pero aun así, siempre las contemplamos desde lejos, sin llegar a identificar o a comprometer nuestros afectos.
Similar distanciamiento afectivo se mantiene en relatos de otra naturaleza. Algunos proponen interpretaciones maravillosas o fantásticas de la realidad, como "El personaje" o los dos que inician el volumen. Otros tienen referentes que parecieran ser experiencias vividas por la autora, como el cuento "La anti Asunción" o "El profesor", inspirados seguramente en los talleres literarios a que ha asistido Rosario Moreno. Finalmente, hay también algunos relatos autorreflexivos, que plantean el tema de la creación literaria y la responsabilidad creativa. La vocación artística desdeñada por un exitoso abogado toma el cuerpo de una seductora mujer que le cobra el castigo de su culpa en "La mujer de blanco", motivo que bajo otras formas aparece en varios relatos del volumen. Cito el cuento "Galope en falso". Su narradora afirma que el propósito de los relatos que escribe es "descolocar" al lector con giros inesperados tipo montaña rusa, pero solo en contadas ocasiones se produce este efecto en
Cuentos bipolares . Irónicamente, creo que el último relato del volumen es una especie de justificación de sus debilidades.