Según la solapa de
Vibrato , primera novela de Isabel Mellado, su profesión ha sido la de violinista y en tal calidad estudió junto al concertino de la Orquesta Filarmónica de Berlín -probablemente el mejor conjunto de su tipo en el mundo- gracias a la beca Herbert von Karajan, quien fuera uno de los grandes directores del siglo pasado. Mellado también ha actuado en diversos escenarios, nacionales e internacionales y su libro de relatos
El perro que comía silencio (2011) tuvo, de acuerdo a la breve reseña editorial, excelente acogida de público y crítica y ya lleva tres ediciones.
Así, tras tanto encomio, uno tiene derecho a esperar cuando menos una pieza lograda, pero
Vibrato ni siquiera alcanza el estatuto de una ficción literaria. En verdad, luego de finalizar su lectura, tampoco podemos decir de qué se trata la acción -o la absoluta falta de acción- de la trama. Quizá podría ser una parte de la vida de Clara, quien al inicio es llamada No Marta debido a que su padre habría tenido una amante de nombre Marta. Ella y su hermano Raúl estudian violín; parecería que conocen a diversas personas vinculadas con el medio musical chileno; ella entra al Conservatorio, después forma parte de la Orquesta Juvenil y hacia el final se diría que se desempeña en un grupo sinfónico europeo, porque, entre muchas notas que su oído percibe, dice: "Escuché las orquestas del universo y todas nos escuchaban... Escuché la violenta cabellera de Mahler... Escuché un cáncer de próstata. Escuché grandiosas sinfonías sobrevoladas por pequeñas moscas", etc. Antes de este monumental instante, la heroína tal vez se enamoró, tal vez salió con alguien, tal vez trabó amistad con camaradas que practicaron lo mismo que ella, en fin, tal vez tuvo una infancia acompañada por Silvio y Guirnaldo, dos gallos pertenecientes a Raúl, junto a la calavera Gerundia, otra peculiar acompañante del séquito familiar. Y tal vez su progenitor, alcohólico consuetudinario, fue detenido después del golpe militar puesto que Mellado alude a la pasada a ese momento histórico y, como que no quiere la cosa, menciona a detenidos desaparecidos, a carabineros, a protestas y a sucesos por el estilo.
Vibrato es un volumen compuesto, de principio a fin, por breves capítulos que describen incontables estados de ánimo de la narradora, capítulos en los cuales no hay personajes, sino solo nombres, muchas veces nombres demasiado transitorios; no hay incidentes, sino pasajes estáticos o, en el mejor de los casos, contemplativos; ni mucho menos tenemos aventuras, conflictos, emociones, retazos de vidas, introspecciones psicológicas, episodios de convivencia humana, en suma, todo lo que habitualmente se asocia con el género novelístico. En cambio sí que hay, y en exceso, comentarios sobre partituras clásicas y modernas, que podrían haber sido un aporte para el lector, sea o no aficionado a este arte. Sin embargo, en lugar de sacarle partido a su vasta experiencia, tras un ensayo con un talentoso conductor, Mellado nos regala expresiones como "pero la cicatriz de su mejilla no paraba de darle conversación al punto corrido de mi chaleco. Yo lo escuchaba. Lo destejía y lo ovillaba. Un ovillo de música, Gianni, un elepé". Mucho antes, Raúl declaraba: "Yo creo que sonaré el futuro, mejor compongo, quitaré hematomas a los segundos".
De modo que
Vibrato es un tomo compuesto por una serie de, por llamarlas de algún modo, meditaciones, sin argumento, sin progresión dramática, sin historia, hilvanadas laboriosamente por medio de una prosa que a veces presenta aciertos o se deja leer. No obstante, página por medio, Mellado es presa de entusiasmos líricos que, desde luego, no son nada de líricos y a los cuales les falta, o les sobra, todo vuelo poético: "El sol era una ardilla". "El sol se puso frívolo y las estrellas pordioseaban". "Tocando, nos arrastrábamos como babosas felices en los cuartos de tono...". "Nuestro violines quedaron semanas lánguidos sobre las sillas, como coyotes deshuesados". (Los mosquitos) "volaban y zumbaban con intervalos de tercera, con avaros glissandos de cuarto de tono". "Los dedos funambulistas ensayaban equilibrio y malabares" y así, sucesivamente.
Los fragmentos transcritos no son excepcionales -por más que parezca increíble, hay muchos más de esta clase, mucho más sobrecargados- ni tampoco han sido escogidos con el afán de reparar en los excesos estilísticos de Mellado. Sería cruel y posiblemente innecesario, continuar dando ejemplos de una manera de narrar que fracasa rotundamente en sus aspectos formales y que jamás consigue despegar de una especie de pantano verbal. Desde luego cada escritor o escritora puede llevar al papel lo que le dé la gana y como le dé la gana. El problema es otro y consiste básicamente en construir una intriga que posea atractivo, tensión, cierto interés, que contenga a seres de carne y hueso y no a sujetos improvisados gracias a gestos mecánicos, en síntesis, que exhiba los elementos mínimos que debe tener una novela. Lamentablemente, Mellado elabora un texto que recurre una y otra vez a un vocabulario inusitado o de frentón absurdo; a comparaciones que, en lugar de ser acertadas, son solo inauditas; a imágenes o metáforas que, a simple vista, podrían revelar originalidad, aunque sea una originalidad hipertrofiada y rebuscada. Es muy posible que Mellado sea una destacada intérprete, pero está claro que, al menos en
Vibrato, no tiene dedos para el piano.