Hay pocos proyectos urbanos en Chile tan ambiciosos en magnitud como el de la "Caja Cívica" de Santiago, en torno al Palacio de La Moneda. Hasta entrado el siglo 20, siendo uno de los edificios más bellos e importantes de la ciudad, gloria del imperio Borbón desde su inauguración en 1805 y sede del gobierno republicano desde 1845, el palacio no tenía una gran presencia urbana, pues su única fachada principal, la de la calle Moneda, enfrentaba una estrecha plazoleta con edificios de menor rango, y hacia el sur colindaba con propiedades privadas que tenían sus respectivas fachadas hacia la Alameda. Es recién en la década de 1920, gracias a las visiones del urbanista vienés Karl Brunner, que se decide expropiar tanto la manzana que hoy es la Plaza de la Constitución como los edificios que colindaban con el palacio hacia el sur, permitiendo recién en 1927, tras un concurso público de arquitectura, inventar una nueva fachada de La Moneda hacia la Alameda. Afortunadamente ganó -entre merengues afrancesados- la propuesta historicista de Josué Smith Solar, que continúa sin dudar la composición de Toesca, agregando un tercer piso que le da al edificio el rango necesario para una avenida principal.
Configurado el palacio como un elemento aislado, el proyecto urbano comienza a tomar forma. Aparecen los primeros edificios modernos en torno a la Plaza de la Constitución y se realiza entonces una operación inédita: se expropian y demuelen seis céntricas manzanas completas para crear un espacio cívico monumental (la actual Plaza de la Ciudadanía) y una enorme perspectiva, la actual avenida Bulnes, que conectaría a la sede de gobierno con un nuevo Congreso Nacional situado al sur de la plaza Almagro. Pero ese es otro cuento.
En 1937, basado en los principios de Brunner, el arquitecto chileno Carlos Vera diseñó la estricta normativa que hasta hoy deben cumplir todos los edificios que se construyen en este extenso barrio. El genio de Vera fue imaginar un lenguaje que dialogara con y pusiera en valor la joya del barrio, que es el palacio. Todos los edificios son de fachada continua, con la misma altura, mismo material, misma organización de la fachada, misma proporción de ventanas en muros. Si miramos con agudeza, veremos que la composición de Vera, a través de incontables detalles, rinde siempre pleitesía a La Moneda: las dos enormes cornisas que recorren el segundo y tercer piso de todos los edificios del barrio cívico son en realidad las cornisas de la balaustrada de Toesca en el propio palacio, de manera que nuestra percepción inconsciente al pasear por ahí es de absoluta armonía y coherencia. No creo que exista en Chile un paisaje urbano más potente en su significado, voluntad política y belleza.