Si en el presente hay un género muy competitivo, es el policial, que ha resurgido con una energía solo comparable a la que tuvo en el período de entreguerras. Desde fines del siglo pasado hasta hoy, son cientos los hombres y mujeres que lo practican en los cuatro puntos cardinales, en países tan improbables como Japón, Israel, Rusia y naturalmente en Inglaterra o Estados Unidos, donde tuvo su origen. Ruth Ware (1977), oriunda del Reino Unido, acaba de irrumpir con
En un bosque muy oscuro, que se convirtió en un éxito inmediato y ha sido traducido a una veintena de lenguas. De modo categórico, Ware es una autora aguda, inteligente y original, dueña de una prosa segura que por momentos recrea la ironía, el espesor cultural y la sofisticación que siempre asociamos con la gran novelística británica.
En un bosque... es una obra tan madura y aplomada que, más que un debut altamente promisorio, se diría que representa la culminación de una carrera precedida por numerosos títulos.
En un bosque... pertenece a la clase de relatos de misterio llamada puzzle a puertas cerradas, es decir, el asesino se encuentra en medio de un grupo de individuos conocidos o amigos, todos recluidos por la fuerza de las circunstancias en un lugar de donde no pueden salir, sin que quepa ninguna posibilidad de que alguien de afuera haya podido cometer el crimen. Es quizá la forma más antigua de concebir una trama de esta especie y también una de las más difíciles de construir: Poe, Conan Doyle, Agatha Christie la llevaron a la perfección y por los pasados 50 años se trataba, al parecer, de una fórmula que cayó en desuso. En rigor, Ware elige este molde literario como un método para abordar asuntos de otra naturaleza, muy diversos a aquellos que normalmente ocurren en un volumen de carácter policíaco; en verdad,
En un bosque... se acerca más a una tradicional historia de realismo psicológico que a un enigma de salón. Y en sus pasajes superiores puede evocar a clásicos de la claustrofobia interpersonal, como
A puerta cerrada , de Sartre, o
Extraños en un tren , de Patricia Highsmith.
En las primeras páginas nos enteramos de que Nora, la protagonista y narradora, recibe un e-mail, invitándola a participar en una despedida de soltera de una antigua compañera de colegio, a quien no ve hace una década y con la cual sostuvo un lazo profundo que se cortó por causas que solo sabremos hacia el final. Además, aparte de Clare, la homenajeada, Nora no conoce a nadie más, excepto a Nina, también ex condiscípula y ahora cirujana; el mensaje está firmado por una tal Florence, quien insta a sus destinatarios a dar la mejor fiesta del mundo que se merece la mejor persona del mundo, esto es, Clare. El sitio donde se llevará a cabo el ágape que durará un fin de semana, es casi inaccesible y se halla en los confines boscosos de Northumberland. Por si fuera poco, el novio de Clare es James, antiguo amor de Nora, quien la dejó plantada sin que ella haya podido olvidarlo en todo este tiempo, alimentando un rencor que crece en vez de amainar. Cuando Nora está a punto de tirar el texto a la basura, decide llamar a Nina y esta la convence de que vayan juntas. Tras un viaje en tren desde Londres, para luego arrendar un auto que las conduzca a destino, llegan a una enorme casa de cristal, donde las recibe Florence, la que enseguida se revela como una histérica con trastorno obsesivo compulsivo, incapaz de sostener una conversación por un par de minutos. El resto de la partida está compuesto por Melanie, quien dejó en su hogar a su pequeño hijo lactante, y por Tom, un actor de teatro gay que, a su vez, mantiene una relación laboral con James. Finalmente, hace su aparición Clare, bella hasta lo indecible, ingeniosa y dotada de una facilidad increíble para adaptarse a los demás.
Florence, huelga decirlo, es una pésima dueña de casa: solo ha comprado té de atroz calidad, pizzas prefabricadas o comida chatarra. Y adora a Clare de una manera enfermiza, hasta el punto de vestirse y hablar como ella. Lo único que abunda, claro, son las bebidas alcohólicas y, para quien lo desee, alcaloides proporcionados por Tom. Florence tiene a su haber, eso sí, una vasta cantidad de juegos y pasatiempos desagradables, consistentes en averiguar intimidades y poner en situaciones insostenibles a sus huéspedes. Melanie abandona el recinto a la mañana siguiente porque no está dispuesta a oír pesadeces gratuitas, porque los celulares no tienen cobertura y porque la línea del teléfono fijo se ha cortado.
Poco a poco el quinteto restante va mostrando las garras y aquí Ware muestra su gran talento para los diálogos incisivos, los enfrentamientos verbales virulentos, las salidas de madre intempestivas, el nivel de violencia que pueden alcanzar las personas cultas en su trato con los otros, la malignidad, refinada o brutal, que cada uno de los personajes oculta. En un momento dado, Nina y Nora deciden marcharse a primera hora de la madrugada. Sin embargo, la muerte a tiros de un inesperado visitante, que al comienzo podría ser un accidente, resulta un homicidio. Entonces, el rumbo que toma
En un bosque... cambia a una serie de escenas descoyuntadas, incoherentes, agitadas. Nora se encuentra en un hospital, con heridas en todas partes, custodiada por agentes uniformados, sometida a interrogatorios y víctima de un estrés postraumático que le impide recordar nada de lo que acaba de experimentar. Como suele suceder, el desenlace es un tanto manido, pero ello no le resta méritos a una notable ficción.