En el Archivo General de Indias y en la Sala de Ultramar, conocida popularmente como ala Hermanos Pinzón, se conservan los documentos que las colonias enviaban a las Cortes de Cádiz. En ese lugar se encuentra la siguiente carta escrita en Santiago a fines de septiembre de 1810:
"Ilustrísimos señores de las Cortes de Cádiz:
En la muy noble ciudad de Santiago, un Cabildo Abierto acordó y firmó el Acta Nacional de la Primera Junta Nacional, algo que se hizo a mano alzada, con escribano de fe y en la menor vocinglería.
Sucedió el pasado 18 de septiembre de 1810 a las tres de la tarde, para más señas.
Ocurrió porque los sucesos de la Metrópoli llegan desordenados, alarmistas y eso nos apuró y metió prisas, pero no deseamos que cultiven dudas ni sospechas que son muy malas consejeras.
El Acta no es para proclamar la independencia de Chile ni nada parecido.
Esas ideas foráneas y no naturales, sabemos que existen en otras colonias, pero acá apenas se asoman.
Ya lo escribió Fray de Meléndez: "Aunque en Europa no haya tenido más puesto que el de lacayo o trabajo servil, entrando en Chile, se muda en otro varón".
Es por el clima, el sosiego y la armoniosa uniformidad de estas tierras, pero entre los indianos es tanta la actitud y las costumbres nobles, que es como estar en las cortes, porque se aspira serenidad aristocrática y así cunde la mentalidad monárquica.
Nos faltan títulos nobiliarios oficiales y eso es algo que a la Casa Real de España le debería preocupar.
Es cierto que con los grados militares nos la apañamos, porque acá el que no es general es maestre de campo y desde luego que hidalguía es lo que sobra.
¿Aristocracia indígena prehispánica? Poca.
Acá los hispanos criollos o mestizos hispanizados ya nos fundimos con la llamada élite colonial, porque los del Cabildo Abierto somos claramente europeos, y muy Acta será, pero ténganlo claro, ilustres prelados y señores: le rendimos prístina obediencia al rey Fernando Séptimo, que lo sabemos encarcelado o caído en desgracia, que vendría a ser lo mismo, aunque no necesariamente.
Tampoco en el Acta cabalga la letra chica ni le abre los postigos a nada y menos sazona un camino independentista para ir hacia no sé dónde y además no hay para qué.
Esta carta manuscrita representa al Cabildo Abierto y tiene como fin resolver dudas, deshacer entuertos y no caer en malos entendidos.
Si por lo que sea y cuando esta carta llegue a las Cortes, ya no es la hora de Fernando Séptimo, sino que vuelve a ser la de su padre Carlos IV.
En ese caso: somos monárquicos.
En cambio y si por ventura, el trono es de José I Bonaparte, pero si quizá y por las vueltas de los reinados, ocupa la regencia el mismísimo Napoleón, en ese caso y en ambos casos, ténganlo claro, señores de las Cortes: también somos monárquicos.
En la letra del Acta Nacional y en el espíritu de la Junta Nacional, no hay más que un propósito y una idea: independentistas tipo monárquico.
Firmamos y damos fe.
1810. Septiembre"
Firmas ilegibles y en desorden, donde apenas se distinguen los nombres de Toro, Carrera, Infante, Martínez y Zambrano.