Con la inscripción de las candidaturas presidenciales y sus respectivas listas parlamentarias entramos en tierra derecha en la perspectiva presidencial y parlamentaria de noviembre y diciembre de este año. A casi tres meses de la primera vuelta presidencial, de la elección parlamentaria y de cores, y siempre en el contexto de que todo puede cambiar, la situación de las distintas fuerzas en mi opinión es la siguiente:
La candidatura más sólida es la de la derecha, no solo por lo que dicen las encuestas, sino además porque lograron, no obstante las tensiones, un acuerdo parlamentario común. La derecha en su proyección electoral parte de un 40% de los votos, que fue su resultado hace menos de un año en la elección municipal. Es bueno recordar que en esa oportunidad, tanto en la votación de alcaldes como de concejales, la derecha obtuvo un 40%. Además, su buen posicionamiento se ve avalado porque la mayor parte de los medios de comunicación -particularmente los medios escritos- claramente la favorecen. Asimismo, tiene el respaldo objetivo del 1% más rico del país, que se expresa en las vocerías empresariales y del mercado financiero. Hemos llegado a escuchar de uno de esos "analistas" que si "no gana Piñera, el país entra en una crisis financiera". Como último dato en este aspecto, basta ver cómo los especuladores de la bolsa apuestan a un retorno de la derecha a La Moneda.
La otra candidatura de la derecha, José Antonio Kast, es meramente testimonial. Ocupa un nicho configurado por el pinochetismo, la "familia militar" y los sectores más conservadores de la derecha. Para todo el mundo, incluyendo su candidato, la apuesta es llegar a un 5%.
En el amplio espectro del progresismo, con sus diversos apellidos y matices, la situación es muy variada. Son seis candidaturas: Guillier, Goic, Sánchez, Enríquez-Ominami, Navarro y Artés. Estos dos últimos son claramente expresión de testimonio, no tienen viabilidad electoral alguna y ocuparán, de acuerdo a su historia electoral, entre el 1 y el 2%. Las otras 4 candidaturas del progresismo tienen realidades diferentes. Por parte de ME-O, su tercer intento presidencial lo encuentra en una muy baja valoración electoral, no supera el 5% en todas las encuestas, y si bien tiene un posicionamiento sólido en materia de propuestas y contenido, no tiene fuerza política y electoral que lo acompañe. Cabe recordar que en la última municipal obtuvo en todo Chile menos del 4%.
La candidatura de la Democracia Cristiana, la senadora Goic, ha optado por el camino propio y su objetivo es alcanzar a lo menos el resultado de la última municipal, donde esta fuerza logró el 13% de los votos. Su despliegue es interesante en materia de equipos, propuestas y contenido, pero al concurrir a la elección aislada de la Nueva Mayoría, todo indica que este esfuerzo quedará en la primera vuelta.
La candidatura del Frente Amplio -que compite con la de Guillier, de acuerdo con las encuestas, por pasar a segunda vuelta- tiene simultáneamente una gran potencialidad si convocan a votar a nuevos electores, pero si lo anterior no se cumple, quedan reducidos a alrededor del 10% como lo indica la última elección municipal, e incluso los pronósticos de su propia candidata, que en materia parlamentaria ha sostenido que se llegará a tal cifra.
La candidatura que se ve con más perspectiva por parte de las fuerzas progresistas a pasar a segunda vuelta es la de Guillier. Tiene una base electoral sólida: los 6 partidos de "Fuerza de Mayoría" en la última municipal obtuvieron casi el 34% de los votos. Asimismo, considerando ser la candidatura más bacheletista, debiera tener el respaldo de aquel 35% que, según Adimark, se declara partidario del Gobierno. La debilidad principal de esta candidatura -no obstante tener un muy buen programa de gobierno, partidos sólidamente instalados en el territorio, y una lista parlamentaria potente- es que no ha logrado instalar, hasta ahora, en la opinión pública las ideas y propuestas específicas que significarían el triunfo de Guillier. Allí radica, en mi opinión, su principal debilidad.
De acuerdo a la descripción anterior, es probable que la segunda vuelta sea entre Piñera y Guillier, pero las posibilidades en esa segunda vuelta de Guillier se ven fortalecidas si es que se logra un acuerdo político antes de la primera vuelta entre las principales fuerzas progresistas que no son de derecha. El voto no se traspasa automáticamente al candidato progresista que triunfe en primera vuelta; requiere gestos, símbolos, señales, mensajes y fundamentalmente propuestas específicas, que permitan a estas fuerzas progresistas que no pasaron a segunda vuelta ver o apreciar en la candidatura de Guillier un camino posible para un buen gobierno. De allí que me resulten insólitas las declaraciones del diputado Boric que sostienen que en la eventualidad de un paso a segunda vuelta de Guillier, es partidario de no apoyarlo, acusando un eventual chantaje. Cuando la ciudadanía progresista el 19 de noviembre coloque a uno de sus candidatos o candidatas en posición de disputar el poder político frente a una derecha fortalecida, lo coherente, consistente y el respeto a esa ciudadanía progresista es apoyar a aquel candidato de estas fuerzas que pase a segunda vuelta. Todo lo demás es música.