El 44º aniversario del 11 de septiembre de 1973 se convirtió ayer en un acto de desagravio para Michelle Bachelet después de los gritos y críticas que recibió en el Tedeum evangélico. El oficialismo desbordó el Patio de los Cañones y la arropó con largas ovaciones que abortaron varias veces el inicio de su intervención final.
Y esto fue posible porque la conmemoración de ayer, pese a que estaban invitados todos los candidatos presidenciales, no era un acto de Estado o de reconciliación nacional, sino un acto partisano. En el patio, bajo un cielo tan gris y frío como el de aquel martes de 1973, estaba la familia del presidente muerto, sus colaboradores, varios ex GAP (Grupo de Amigos Personales, la escolta informal de Salvador Allende) y los familiares de ejecutados políticos. Eran los chilenos que resistieron al golpe de 1973 o sus descendientes.
A su alrededor, arropándoles, como si de un gran coro griego se tratara, una nutrida representación de empleados públicos. Ellos simbolizan la institucionalidad de Chile. La fallida de ayer y la de hoy, muy mejorable.
En cambio, no hubo representantes de los chilenos que ejecutaron el golpe. Los únicos miembros de las Fuerzas Armadas eran los carabineros de La Moneda en su uniforme de gala.
En cuanto a los civiles que estuvieron a favor del golpe, su único representante fue José Antonio Kast, que decidió asistir para recordar que "La Moneda es de todos" y que "lo que ocurrió hace 44 años fue producto de la violencia política que ellos (la izquierda) instalaron".
En nombre de los chilenos que no hicieron nada ante el golpe -porque no podían evitar que los actores se arrojaran por el sumidero de la historia junto con el resto del país o porque tuvieron miedo o porque pensaron que la cosa no iba con ellos-, no compareció nadie.
Perfectamente en su nombre podía haber ido Sebastián Piñera. Pero arguyó problemas de agenda.
También podría haber reclamado ese lugar Carolina Goic, pero la declaración que el PDC difundió el domingo -contestando a la carta de ex generales y ex almirantes que pidieron en El Mercurio "buscar los consensos" para "cerrar las heridas existentes"- demuestra que esa formación ha decidido disimularse hoy entre los que se opusieron al golpe.
Lo cierto es que sólo consta que un puñado de democratacristianos -el famoso "Grupo de los 13"- se opuso, como reconoció uno de sus promotores, Belisario Velasco, en 2013: "La posición de la DC es la que tuvo. Tratar de hacer de la nuestra la de los 13, la posición oficial, no corresponde. Las cosas son como fueron y no se pueden cambiar". Goic, que podía haberse sentado con Kast, decidió hacerlo entre Guillier y Marco Enríquez-Ominami.
Resultó sorprendente que el padre Fernando Vives, capellán católico del palacio, hablara en su intervención de "nuestros caídos", adoptando el lenguaje paramilitar de la izquierda. Su intervención adquirió un tono menor después de que el rabino Eduardo Waingortin utilizara una poderosa imagen bíblica sobre las luchas fratricidas: "El oro no protesta cuando el fierro lo golpea, pero el fierro llora con lágrimas cuando con fierro un hermano lo golpea".
Pero el acto fue monopolizado por el gesto de Eduardo Cid, el capellán evangélico, que quiso disculparse con Bachelet por lo ocurrido el día anterior. Su mensaje, algo confuso, permitió entrever que rechazaba las "condenaciones" a la presidenta y recordó que "no todo el que dice 'señor, señor' entrará en el reino de los cielos".
Tras unos minutos en que el acto se transformó en un reality televisivo -los asistentes pudieron seguir por grandes pantallas los desplazamientos de la presidenta y la familia Allende por el ala del palacio donde está el sofá en el que el Presidente se quitó la vida-, Bachelet se refirió expresamente a lo ocurrido el día anterior: "Nuestra convivencia puede tensionarse hasta hacernos perder el sentido de nación".
Y dejó una frase digna de ser destacada: "No voy a permitir que el legítimo anhelo de Justicia se confunda con el revanchismo". Un propósito muy loable, pero cuyo profundidad y grandeza quedaba desmentida ahí mismo por el diseño de la ceremonia.