Yo supongo que Juan Antonio Pizzi no va al estadio porque el torneo local le aburre, pero puedo estar equivocado. Quizás es por el temor a ser encarado, la obligación de ver los partidos de otras ligas o sencillamente porque destina los fines de semana a hacer lo que más le gusta.
Por lo pronto, le comunico que en la fecha inmediatamente previa al partido contra Ecuador se juegan dos pleitos importantes: Colo Colo contra la UC y la Unión contra la U, para que si le parece pertinente solicitar adelantarlos o reprogramarlos, lo hagamos con tiempo; no vaya a ser cosa de que pase lo del Superclásico otra vez.
Sería conveniente también, considerando que en esa fecha doble la "generación dorada" se juega el paso al Mundial, que acotáramos los tiempos libres, considerando que los jugadores se han notado fatigados, desconcentrados y extrañamente desinformados de las características esenciales del juego y las individualidades del rival, situación que hasta hace muy poco tiempo no pasaba. Por el contrario, había una lectura precisa de las necesidades del equipo. Por esta vez, dada la trascendencia de lo que se juega, el gozo de dedicarse a lo que más les gusta podría quedar momentáneamente postergado (el 6 de octubre toca Juanes en el Monticello).
Propongo que en las pocas horas que estarán juntos, el plantel podría volver a solidificarse con juegos de salón, dinámicas grupales o simples charlas, para reencantarse con lo que todos creíamos era lo que más les gustaba: ganar jugando al fútbol, ojalá en las grandes ligas. Para eso, sugiero que, como en los colegios, las reuniones laborales, los simposios y meetings , las redes sociales queden suspendidas por algunas horas, para evitar los mensajes hirientes, zalameros o nostálgicos que se intercambian de manera tan promiscua con periodistas, compañeros de profesión y público en general.
Entendemos que los generosos premios comprometidos a todo evento -y no por clasificar- que han pactado son estímulo suficiente, pero sería labor directiva y técnica recordarles que sería indigno de su propia historia culminar este proceso con una eliminación inesperada de la Copa del Mundo. Nos quedaríamos, el 10 de octubre, cabizbajos, deprimidos, indignados, iracundos. Todos. De manera sorpresiva y catastrófica, porque -como quedó demostrado- ni los jugadores ni la nueva generación de hinchas están habituados a la derrota, como sí lo estamos los ya mayores.
No sé si a Pizzi realmente le conmueve lo que estamos viviendo, porque en su discurso no hay drama ni dolor, no hay angustia ni ansiedad, no hay furia ni alegría. Solo distancia y frialdad. Y eso, honestamente, también hay opción de corregirlo. Antes de que nos deje de importar.