Un amigo de izquierda -tengo pocos, pero buenos- me confesaba hace unos meses, luego de la bajada de Lagos, que sus hijos eran todos adherentes al Frente Amplio, y no al Partido Socialista, donde él militaba. Lo peor -me aseguraba- es que les pasa a todos los de mi generación. Calcula tú lo que ocurre en nuestros partidos y cómo va a ser el futuro de la Nueva Mayoría.
Pero a decir verdad, no solo en la izquierda tienen ese problema. Almorzando el otro día con un grupo de amigos de la universidad -esta vez, todos de derecha-, solo uno de nosotros podía decir que sus hijos votaban por los partidos tradicionales de la derecha (la UDI y Renovación Nacional), por los cuales nosotros habíamos votado toda la vida. Por suerte existe Evópoli -concluyó uno-. La mayoría de nuestros hijos votaban por el partido liderado por Felipe Kast.
Lo curioso de todo esto es que, como algún columnista -me parece que Agustín Squella- lo ha constatado, el desplazamiento de los jóvenes de izquierda ha sido más a la izquierda y el de los jóvenes de derecha ha sido hacia el centro. ¿Significa esto que todo el espectro político se ha corrido hacia la izquierda?
No necesariamente, según explicaremos, pero está claro que lo que ocurre con nuestros hijos tendrá efectos sobre el futuro de la política.
Nuestros hijos, los de izquierda y los de derecha referidos más arriba, son parte de una
elite; una
elite desde el punto de vista socioeconómico, pero también en cuanto a sus grados de politización y conciencia política. Influimos sobre ellos, no siempre como quisiéramos, en algunos casos, pero lo hacemos. En el caso de la izquierda, es claro que la evolución de los jóvenes hacia la izquierda es parte de un fenómeno más global, como lo ha señalado Alfredo Joignant, que ha estudiado lo que ocurre con la izquierda, especialmente en Europa. Son interesantes las conclusiones de Joignant, pero nos referiremos a ellas más adelante. Antes explicaremos por qué no es necesariamente cierto que la evolución política de nuestros hijos significa que Chile se mueve a la izquierda.
La modernización capitalista que ha experimentado Chile en los últimos cuarenta años ha creado una gran clase media que hoy alcanza a cerca de dos tercios de la población. Esa clase media tiene como particularidad esencial su carácter aspiracional, y eso la hace muy exigente. Quiere progresar, y rápido. Por lo mismo, no se deja seducir por las promesas del socialismo. Reclama contra los abusos de empresas privadas, pero no está dispuesta a aceptar el estándar de las prestaciones estatales. No está contra el modelo capitalista, sino que quiere obtener más del modelo.
Son, en ese sentido, poco ideologizados, y, en palabras de un amigo, demandan del Estado bienes públicos como la seguridad ciudadana y ciudades que funcionen mejor.
La tesis de la izquierdización de los chilenos no se sostiene tampoco si pensamos en que en todo el siglo XX el electorado escogió solo a un Presidente de derecha, Jorge Alessandri, y con algo más de un tercio de la votación. En este siglo, en cambio, estamos a punto de elegir por segunda vez a Sebastián Piñera como Presidente de la República.
Volviendo a nuestros hijos, la evolución que ha tenido la derecha rompe algunos paradigmas tradicionales en el sentido de que es más tolerante y está más abierta a las tendencias que prevalecen en el mundo. La globalización ha tenido ciertamente un efecto. Y en el caso de la izquierda, la predicción de Alfredo Joignant es que la crisis de las izquierdas solamente tiene salida...hacia la izquierda. Vale decir, no ve posibilidades de una restauración socialdemócrata en Chile y recurre para ello a la experiencia internacional. Por una cuestión casi simbólica, la izquierda reacciona frente a un desafío como el Frente Amplio moviéndose más a la izquierda.
Ciertamente, hay un riesgo para el socialismo en ese escenario. Si se mueve a la izquierda en un país que no lo hace y en el que cada vez menos personas declaran una adhesión política, puede que tenga que contemplar cómo una centroderecha moderna gobierna con más frecuencia.