En estos tiempos el humor se ha convertido en una herramienta sanadora. Hay que desarrollarlo, porque ayuda a desplazar un poco el sentido de la realidad que a veces es tan duro de mirar a la cara.
Lo que hace el humor es que nos obliga a tomar distancia del objeto, sea el que fuere -marido, deuda, soledad, desamor, etc.-, con lo cual disminuye la importancia que le estamos dando y lo que provoca la angustia. Por eso es una herramienta sanadora, porque nos hace mirar desde otra perspectiva y a veces llegar a restarle importancia, al menos temporalmente, a lo que nos parecía una tragedia.
No olvidemos la violencia que nace del sufrimiento y la frustración. No son gratis. Nos ponen agresivos, nos quitan vitalidad, nos reducen los cariños y apegos. Por eso el humor es tan importante.
Nietzsche dijo, con razón: "El hombre sufre tan profundamente que ha debido inventar la risa".
Pero el humor no es sólo el chiste, la risa, la liviandad. Es también una postura, un lugar donde pararse que está entre la frivolidad de reírse de todo y la seriedad de sentir que todo es importante y debe tener sentido. Lo frívolo se ríe de todo, nada tiene sentido. Lo serio en cambio, hace que todo, el más mínimo detalle, tenga sentido. Entre uno y otro está el humor.
El humor puede ser con risa o sin ella. Reírse es sin duda el acto de sanidad por excelencia, si es genuino. Tantas veces vemos en la vida social a personas que solo se relacionan a través del chiste. Y son un aporte, nos ayudan, nos alegran, nos congregan. Pero cuando vemos o sentimos que esa persona no tiene otra manera de relacionarse nos da pena, como si supiéramos que es una forma de acercarse que puede tener más que ver con la angustia o con la falta de habilidades sociales que con el humor. Sí, el humor es una forma de comunicación humana, es un acto social. Necesario y sano y escaso.
Necesario también porque es un antídoto contra el dogmatismo. Si hay discrepancias, si no se puede llegar a acuerdos, si la rabia empieza a aflorar, el humor es siempre el mejor camino.
Dicen que los chilenos somos mejores para el chiste que para el verdadero humor. Si es así, hagamos el esfuerzo. Primero tomamos distancia, miramos de lejos y lo que parecía una montaña es un cerrito. De las montañas no podemos reírnos, de los cerritos sí.
Entonces, vamos que se puede.