Una figuración impregnada de expresionismo germano, de recursos formales abstractos y de cierto toque simbólico, sirven al conocido escultor Mario Irarrázabal para caracterizar las turbaciones anímicas del hombre contemporáneo. Esto tanto en su condición de criatura individual, como constituyente de una multitud solidaria. Es lo que demuestra una retrospectiva sintética suya en la recién reinaugurada -después de cuatro años de silencio inexcusable- Sala Parque de Las Esculturas de la Municipalidad de Providencia. Hallamos trabajos ejecutados en opaco bronce fundido de las cinco últimas décadas. Para mejor comprensión global del visitante, analicémoslos desde un punto de vista cronológico.
De los años 70, dos obras ofrecen el tema del conglomerado viviente en relación con un denso volumen, quizá geométrico signo visual ya del origen del hombre en sentido material, ya de las circunstancias que marcan su ordinario existir. Así, "Bloque humano" ofrece la multitud apretujada contra un paralelepípedo cerrado, pero desde el que emerge con armoniosa naturalidad. A un pueblo pertinaz, entretanto, entrega con mayor dinamismo un conglomerado parecido que, a la vez, sostiene el cielo y es absorbido por él. Se trata de una concepción de veras hermosa y acaso interpretable como vínculo perverso entre humanidad y estado totalitario.
Una sola realización testimonia la década siguiente: Éxodo. Aquí, el bloque metálico se trueca en plancha inexpugnable, desde donde la multitud avanza entrando o bien saliendo de él. A diferencia del tiempo anterior, los años 90, junto con ofrecernos un buen número de esculturas, optan por el protagonismo de figuras más individualizadas, en pareja o unitaria. "Auto crucificado", de esa manera, parte de un prototipo: Leonardo y su El hombre de Vitruvio. A través suyo desdobla el cuerpo, ahora volumétrico y rico en deformación expresionista, en dos pares de extremidades. Por completo contrario al trabajo anterior, el surrealismo y el vanguardismo de la Bauhaus evocan, por su parte, "Hombre y mujer móviles", segmentación corporal sujeta al ímpetu lúdico del espectador. Más tradicional despunta el comportamiento de "Beso", alargada pareja humana -se divisa un poco el ejemplo de Giacometti- que une castamente sus rostros. Si "Maternidad" y el desnudo tendido "Mujer montaña", afuera de la sala, demuestran un claro realismo, en cambio, plenamente verista se eleva "Mano de Venecia", acusando el efecto de la variación de dimensiones. A la inversa, retoma el artista los conjuntos de personajes en "Elección del Papa", esta vez ellos identificados con claridad y encarnando un argumento.
Y las agrupaciones de figuras se mantienen durante los 10 años que inauguran el cambio de siglo. En dos casos aquellas añaden una novedosa forma cupular aplanada, que con la curvatura encima de la muchedumbre significa cielo y, a la inversa, bajo ella se refiere a la tierra. Entre cielo y tierra deja ver, así, la curva correspondiente como función argumental: sosteniendo y siendo sostenida por el grupo humano. Una idea parecida se enriquece conceptual y plásticamente, por intermedio del lirismo melancólico del bello "Gran silencio", donde personajes que parecieran aludir a la idea de fraternidad familiar rodean, contemplativos, la quietud del agua en una fuente. Asimismo, una masa cupular, "Tierra", desempeña el papel de escenario para una pareja solitaria, de pie y yacente. Concluye en Providencia esa primera década del nuevo milenio, "Columna", cuya finura tiende a emparentarse con la condición de miniatura.
Desde 2011 justo hasta el año pasado habría bastante qué decir. Para principiar, "Alfiles" constituye una fila frontal de seis figuras que, en alguna medida, hace pensar en la línea de moáis pascuenses que mira al mar. Otra alineación nos sorprende con sus personajes casi volando alrededor de la curva muy pronunciada de "Montaña", con cinco figuras y su sabor a antigüedad primitiva. Sin embargo, "Ejecución" resulta ser uno de los trabajos más originales del conjunto expuesto. Esa víctima colgante dentro de un asfixiante callejón y custodiada por tres guardianes o testigos judiciales pareciera corresponder a una interpretación sumamente personal y cargada de tenso sentido religioso. Al contrario y pese a su temática, "Pequeño mundo" privilegia el dinamismo de las vestiduras de los seis eclesiásticos, que juega con la base de media naranja donde se asientan ellos. Volviendo a la pareja humana, con encanto el autor nos presenta a la mujer dentro de la linda "Fuente".
Pero la sorpresa mayor que nos proporciona esta sintética retrospectiva reside en la importante escultura "Soldaditos", de 2016. Lo demuestran su frescura figurativa, la movilidad del modelado a lo Rodin, la vigorosa expresividad de posiciones corporales y de gestos faciales, que emana del enfrentamiento entre sus dos jugadores, en un ajedrez de piezas iguales. Hasta pudiera pensarse de esta obra que simboliza dos poderes políticos en pugna, donde la multitud es solo residuo necesario de los riesgos del juego.
Bronces inquietos
Atractivos bronces de
Mario Irarrázabal,
reinaugurando un valioso
recinto expositivo
Lugar:Parque de las
Esculturas de la Fundación
Cultural de Providencia
Fecha: hasta el 22 de septiembre.